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El presbítero, hermano de Pérsida, se ha apoderado de Trifena, no quiere que se case con un pagano y se empeña en que se consagre en los altares y en que viva entre las vírgenes del Señor. Trifena logra escapar y busca amparo entre los brazos de su padre. Amotinado el pueblo cristiano y guiado por el clero fanático, viene en busca de Trifena y quiere llevársela.

Su hermano y los amigos de su hermano son sacerdotes celosísimos que entusiasman al pueblo y que llenan de remordimientos el alma de Pérsida, porque no logra convertir á su marido ni se decide á separarse de él. Todo este acto, que no estará, pero que parece compuesto en odio de la religión cristiana, no se puede negar que tiene interés vivísimo y admirable movimiento escénico.

La señora Estela Hohenfels, elegantísima, simpática y eminente actriz, que representa el papel de Zoe, de Febe y de Pérsida, en el Teatro Imperial de Viena, da al drama de Wilbrandt gran realce y poderoso atractivo. Todo se complica de un modo tremendo.

Apeles empieza ya á caer en la cuenta, cavila sobre la metempsícosis de Pitágoras y de los indios, y sospecha que el alma de Zoe, de Febe y de Pérsida, era la misma y que ahora está encarnada en su nieto. Si he decir la verdad, esto me repugna más que nada.

Y Apeles y Pérsida tienen una hija casadera, llamada Trifena, la cual está enamorada y quiere casarse con un gallardo joven que sigue la religión pagana. Reina Constantino y el cristianismo está triunfante. Apeles es siempre gentil, pero Pérsida es fervorosa cristiana.

El alma de Zoe ó de Febe, alma comodín que se adapta á todos los palos como la espada y el basto en el tresillo, ha tenido ya tiempo de transmigrar y se halla infundida en el cuerpo de una grave matrona, severa y llena de virtudes, mujer legítima de Apeles. Pérsida es su nombre.

Entre tanto, Apeles, que apenas envejece, vive en el desierto, en un oasis, cerca de Palmira. Pérsida, Trifena y el marido de Trifena, murieron tiempo . Sólo acompañan á Apeles su consuegro y el nieto que de Trifena ambos han tenido.

Saludad a Pérsida amada, la cual ha trabajado mucho en el Señor. 13 Saludad a Rufo, escogido en el Señor, y a su madre y mía. 14 Saludad a Asíncrito, y a Flegonte, a Hermas, a Patrobas, a Mercurio, y a los Hermanos que están con ellos. 15 Saludad a Filólogo y a Julia, a Nereo y a su hermana, y a Olimpas, y a todos los santos que están con ellos. 16 Saludaos los unos a los otros con beso santo.

Es inevitable el frió beso de Perséfone para surgir alegre en otra verde primavera y recibir los besos de la áurea Afrodite. Tal es la enseñanza del drama. Su desenlace es patético. En Palmira hay una santa mujer llamada Zenobia, portento de caridad, consuelo y amparo de los afligidos y menesterosos. Apeles la ve. Y ella le reconoce y él reconoce en ella á Zoe, á Febe, á Pérsida y á su nieto.

Pérsida tiene espantosa lucha en el fondo de su alma, donde combaten por un lado el amor á su marido y por otro los más ardientes sentimientos religiosos. Vencen éstos por último, y Apeles se ve abandonado de Pérsida como lo fué de Febe.