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Actualizado: 28 de junio de 2025


Clavaba la huérfana sus ojos con terrible fijeza en el rostro de la Virgen Santísima; pero no brillaban, no, con expresión de rencor, sino con una como congoja suplicante, a la manera de la postrer mirada del moribundo que con los ojos pide misericordia a la imagen de Dios, creyéndola Dios mismo.

La suplicante se había arrastrado aún de rodillas hasta su lado. Ya me hago cargo de que se necesita tiempo para pensarlo. Aguardaré aquí toda la noche; pero no puedo marcharme sin que haya usted resuelto. No me lo niegue ahora. ¿Se lo llevará? lo veo en su hermosa cara, cara semejante a la que he visto algunas noches, soñando. Lo veo en sus ojos, doña María. Va a llevarse a mi hijo.

Al volver la esquina de la escuela, dio con el quídam borracho, a la sazón completamente sereno, corrido a más no poder y con cara suplicante y cariñosa.

El contraste entre la prodigiosa opulencia del templo y los harapos de la pobre suplicante; entre la persistente durabilidad de aquellos miles de santos con vestiduras de oro, y la fragilidad de ese pequeño ser sin esperanza, era cruel y aplastador. La mujer seguía arrodillada, repitiendo en vano y obstinadamente sus oraciones.

El divino pintor aparece impulsado por el Amor, y atraído por los ruegos de la suplicante, para rescatar á la robada y castigar á los raptores. El Amor aporta una cruz, detrás de la cual se oculta el pintor, y liberta á la prisionera, mientras derriba en tierra de un tiro á Lucifer y á la Culpa.

Gould, todavía convaleciente de sus heridas, parecía sentir vergüenza delante de su esposa. «¡No haber sabido defenderte!...», decían sus ojos. Y lanzaba á continuación su mirada suplicante. Esta mirada devolvía á Mina un pálido recuerdo del antiguo afecto. Sólo esta mirada era verdad. Todo lo demás del héroe, pura mentira.

Su cólera se revolvió impotente contra la solidez inconmovible de la madera. De pronto empezó á llorar. Se había ablandado su voluntad al sentirse débil é indefensa como una criatura abandonada. Toda su vida pareció concentrarla en sus lágrimas y su voz suplicante.

El marqués comprendió instantáneamente cómo ella se daba cuenta de todo... todo lo sabía, y ese mirar desesperado, ardiente, suplicante, imperativo, lo conjuraba, lo exhortaba y le mandaba vivir y conservarse para ella. En momento alguno su sombría beldad tuvo poderes tales de fascinación. ¡Pedro se puso en el terreno, apuntó e hizo fuego!

Los primeros diálogos que con él sostuvo, aquella incertidumbre deliciosa de aguardar a que hablase, estando segura de lo que había de decir, la sincera vehemencia con que pintaba su cariño, y el tono suplicante con que la pedía constancia, persistían en ocupar su pensamiento y llenar su alma, como aves que se resistieran a volar lejos de la fronda en que nacieron.

Una voz suplicante que vibró a su oído y una mano febril que se apoyó en el caballo le arrancaron a aquel turbador pensamiento. El joven hizo un gesto de mal humor. ¡Usted, Juana! En verdad, es usted imprudente... No se trata ya de prudencia, Raúl; debes ahora advertir a tu madre que estamos casados, que soy tu mujer.

Palabra del Dia

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