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Tal vez imagina que la persiguen las furias del infierno, los enemigos del alma, una legión entera de diablos, y entonces no se considera en salvo sino acogiéndose al pie del altar. Es menester que avisemos á D. Carlos que venga pronto, á ver si liberta á Clara de este género de locura.

Y sin oponerme a los planes de nadie, ni levantar yo planes por mismo, me he quedado en el silencio, significando con él que no se debe poner mano sobre la paz y la vida de un pueblo sino con un espíritu de generosidad, casi divino, en que los que se sacrifican por él, garanticen de antemano, con actos y palabras, el explícito intento de poner la tierra que se liberta en manos de sus hijos, en vez de poner como harán los malvados, sus propias manos, en ella, so capa de triunfadores.

Se felicita al Alma por su venida, y se la adorna con un bonete de loco. Agrádale bastante al principio la desenfrenada licencia de la nueva vida; pero pronto la encadena la Culpa, y la encierra en una prisión. Abre entonces los ojos á la luz, y se arrepiente de sus extravíos; viene en su ayuda la Inspiración ó la Gracia Divina, llamada por la Razón, y con su auxilio se liberta de la cárcel.

Es que no entramos hoy respondió la Tribuna. Y cien voces confirmaron la frase : No se entra, no se entra. No entran... ¿pues qué pasa? Que se hacen con nosotras iniquidás, y no aguantamos. No, no aguantamos. ¡Mueran las iniquidás! ¡Viva la libertá! ¡Justicia seca! clamaron desde todas partes.

¡Y para el favor que me están haciendo a esos señores que predican la libertá! ¡Dicen que van a echar a todas las monjas a la calle y a no dejar convento con convento! Amparo retrocedió tres pasos, se puso en jarras, enarcó las cejas, y después se persignó media docena de veces, con extraña prontitud.

Tiene, tiene, tiene... tiene que Madrí no se nos monte encima, y que haya honradez, paz, libertá, trabajo.... Pero... vamos, una pregunta, por preguntar, mujer. ¿No decían cuando vino el barullo de la revolución el año pasado, que nos iban a dar todo eso? Conforme aquellos no lo dieron también podrá cuadrar que no lo den estotros.

«... los arrestó por tan enorme delito...» ¿Por entrar en un café? ¡Y dicen que hay libertá! ¡Qué ha de haberla, mujer! «Y preguntándoles la causa de su entrada en el local, le respondieron que su objeto era tomar café.

«... y no encontramos frases suficientes para anatematizar estos atropellos, hoy que la bandera de la libertad nos da sombra con sus pliegues...» ¡Eso, eso! ¡De ahí, de ahí! Habiendo libertá no hay injusticias. ¡Olé por ella!

¡Con cuánto fervor exclamaba el pobre padre: «Señor, liberta mi vida, porque es muy largo mi destierro. ¡Yo aguardo, Señor, esa liberación; mi alma te desea de igual modo que la tierra abrasada por la sequía desea la lluvia; del mismo modo que el ciervo sediento busca con ansia el agua de los torrentes, así mi corazón te echa de menos, Señor

Pero, en realidad, el verdadero origen radica, como hemos dicho, en que un secreto abarca una zona excesiva de nuestra memoria y de nuestro espíritu, acabando por sernos insoportable su peso. La comunicación, aunque sea a una sola persona, con las «reservas» del caso, nos liberta de esa especie de tiranía que el secreto ejerce en nuestra conciencia.