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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Pues si pierdes el tiempo perorando inútilmente no será nada extraño que haya quién lo aproveche y te quedes rezagado como siempre. Si así sucede la culpa será tuya, porque yo te he suplicado que no me interrumpas y no parece sino que te ha faltado tiempo para hacerlo. Está bien. Habla, pues; ya te escucho. Veamos qué es lo que tienes que contarme.

He suplicado a San José que te quite de la cabeza todo lo que pueda parecerse a una idea fija. Si no hubiéramos estado en medio de la calle, la abuela me hubiera tirado de las orejas; pero no pudiendo administrarme su castigo favorito, se contentó con sonreír con indulgencia. En esto nos encontramos de manos a boca a una charlatana, a la que la abuela recibe sin quererla mucho, la señora Siberot.

La cual siempre había sido hija de confesión de don Cayetano, pero este, que de algunos años a esta parte sólo confesaba a algunas pocas personas, señoras casi todas, de alta categoría, escogidísimos amigos y amigas, al cabo se había cansado también de esta leve carga, pesada para sus años; y resuelto a retirarse por completo del confesonario, había suplicado a sus hijas de confesión que le librasen de este trabajo y hasta señalado sucesor en tan grave e interesante ministerio; sucesor diferente según las personas.

Estaba tan desengañada, vivía enmedio de un aburrimiento tan plomizo, de una indiferencia tan soñolienta, que así que vio a su padre colérico, después de haberla suplicado con vivas instancias, se dejó arrancar el . Decían todos que aquel matrimonio era la salvación de la familia. No se metió a averiguar si era verdad o pura ilusión.

Ya que era preciso este abandono, no debía alejarse la retaguardia dejando á sus espaldas un servio con vida. ¿No hubiera suplicado el capitán lo mismo al verse en idéntica situación?... La retirada, con sus dificultades de aprovisionamiento, hacía escasear las municiones. Los combatientes guardaban avaramente sus cartuchos. El capitán desenvainó el sable.

Después de las protestas de absoluta confianza, que me apresuré á dirigirle, la señorita de Porhoet continuó en su lenguaje dulce y firme: La señora de Aubry fué á verme esta noche á hurtadillas; comenzó por arrojarme sus horribles brazos al cuello, lo que no me gustó nada, y luego, á través de mil jeremiadas personales, que excuso repetir, me ha suplicado que detenga á sus parientes sobre el borde de su ruina.

Por cierto, Señora, respondió Zadig, que era raro sugeto vuestro amante; os aporreaba con todas sus fuerzas, y me queria dar la muerte, porque me habíais suplicado que os socorriese. ¡Pluguiera al cielo, repuso la dama en descompasados gritos, que me estuviera aporreando todavía, que bien me lo teniamerecido, por haberle dado zelos! ¡Pluguiera al cielo, repito, que él me aporreara, y que estuvieras como él!

Las concretaba con maternal egoísmo en una sola persona, su hijo, que era soldado como los otros y tal vez en aquellos momentos se veía en peligro. ¡Las lágrimas que le costaba!... Había suplicado que él y su padre se entendiesen, y cuando al fin Dios quería favorecerla con un milagro, Julio se alejaba al encuentro de la muerte. Sus plegarias nunca iban solas.

Y aun cuando lo quisiera, me traicionaría yo mismo. No soy ya más que una pobre y vieja ruina, y no soy dueño de mis nervios. Lo notarían a la primera ojeada. Mas, para que no hayas... suplicado... en vano... a tu tío... quiero... por lo menos... ensayar. Por ti y por Roberto, es necesario ante todo salvarte. ¡Día de Dios!

-Reducida has de decir, Sancho -dijo don Quijote-, que no relucida. -Una o dos veces -respondió Sancho-, si mal no me acuerdo, he suplicado a vuestra merced que no me emiende los vocablos, si es que entiende lo que quiero decir en ellos, y que, cuando no los entienda, diga: ''Sancho, o diablo, no te entiendo''; y si yo no me declarare, entonces podrá emendarme; que yo soy tan fócil...

Palabra del Dia

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