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Actualizado: 13 de junio de 2025
Y con una paciencia de bestia sumisa esperaba que le diesen por las verduras el dinero que se había fijado en sus complicados cálculos, para mantener á Tòni y llevar la casa adelante. Después de esta venta corría otra vez hacia su barraca, deseando salvar cuanto antes una hora de camino. Entraba de nuevo en funciones para desarrollar una segunda industria: después de las hortalizas, la leche.
Guardó silencio por un momento, trató de decir cualquier cosa, y luego, arrepentido y más vacilante que nunca, se acercó al juez y le tendió la mano. ¡Si usted supiera, señor le dijo con voz insegura y sumisa, qué tumulto de sentimientos agita mi corazón, cuánto miedo tengo de hablar, cuánto necesito confiarme a su indulgencia, a su discreción, para decirle lo que tengo que decirle!
Y ella, con aquella facilidad que siempre había tenido para leer sus pensamientos, se aproximaba a él, tierna y sumisa como una víctima, pidiendo el martirio a cambio de un poco de cariño, arrepintiéndose de sus pasadas ligerezas, propias de la inexperiencia, y acariciándolo con el perfume de su aliento, aquel mismo perfume de la carta que, estremeciéndole, envolvía su cerebro en humareda embriagadora.
Había que evitar con cuidado burlarse de él o contrariarlo, porque entonces montaba en ira, apretaba los puños, las venas de las sienes se le hinchaban como cuerdas; y, cuando se ponía a jurar, todo el mundo temblaba y hasta los perros huían. N. del T. Su esposa era una mujer dulce, tranquila y sumisa. ¿Habría podido ser acaso de otro modo?
Delante de la cruz pendía un farol, siempre encendido; y la cruz, emblema de salvación, servía de faro a los marineros; como si el Señor hubiera querido hacer palpables sus parábolas a aquellos sencillos campesinos, del mismo modo que se hace diariamente palpable a los hombres de fe robusta y sumisa, dignos de aquella gracia.
¿Ves este álbum? todo llenito de figuras: pues te lo doy, para que te acuerdes del niño y seas buena y aplicada; te lo doy, con una condición: que has de ser fiel y sumisa para el señor y la señora, que te visten, te alimentan y te educan... que los cuidarás bien, si se ponen enfermos... ¿me lo prometes? Pampa dijo que sí con la cabeza y recibió el álbum, muy sorprendida de ver llorar al niño.
Cuando al cabo de un rato tornaron a entrar, la niña de Calderón tenía la carita encendida, los ojos brillantes, con una expresión sumisa y dichosa a la vez, que si no temiéramos cometer una profanación en viernes de Cuaresma, compararíamos a la de la Virgen María cuando el ángel Gabriel le anunció que concebiría del Espíritu Santo. Continuó la reunión con un carácter semirreligioso.
Como quien se quita una máscara, Isidora dejó su aspecto de sumisa mansedumbre, y en tono resuelto pronunció estas palabras: «No quiero que mi hermano trabaje más en ese taller de maromas; no quiero y no quiero. Le señalarás una renta replicó la anciana con ironía ¡Le pondrás coche! Y para mis pobres huesos, ¿no habrá un par de almohadones? No estoy de humor de bromas.
Copiaré las seducciones mundanas para servir á Dios. El murmullo del confesor sonó largamente, como si diese consejos. De vez en cuando, le interrumpía doña Cristina con sus afirmaciones de penitenta sumisa. Así lo haré, Padre. ¿
Deseaba ir allá, pero no podía. Estaba a su lado don Matías, el afortunado exportador de naranja, aquel ricachón cuya hija Remedios pasaba el día junto a su madre como discípula sumisa. Aquel señor, de palabra pesada y tardo pensamiento, enmarañábale en su charla sobre el comercio de la naranja.
Palabra del Dia
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