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Actualizado: 2 de mayo de 2025
No es cierto que en tiempos del apocado Mauregato fuese un Tumbaga quien intervino en el famoso tributo de las cien doncellas. No está probado tampoco que cuando Sancho el Bravo se sublevó contra su padre, por creerle chiflado y a manera de espiritista, fuese un Tumbaga quien le alentó en la criminal rebelión.
Pero él era muy filósofo: no se paraba en ciertos requisitos que otros miran mucho. El ama, al proponerle el matrimonio, había pensado: «Esto es algo fuerte; pero ¡ay de él si se subleva!». Froilán no se sublevó. Juana era muy buena moza y sabía cuidar a un hombre.
A ver, dime tú, ¿cuándo se ha levantado de veras este país? ¿Cuándo hemos tenido una revolución?... La única de verdad fue el año 8, y si el país se sublevó fue porque se le llevaban secuestrados unos cuantos príncipes e infantes, que eran bobos de nacimiento y malvados por instinto hereditario; y la bestia popular derramó su sangre para que volviesen esos señores, que agradecieron tantos sacrificios enviando a unos a presidio y a otros a la horca. ¡Famoso pueblo!
En política hizo gran papel D. Pedro por ser uno de los corifeos de la Milicia Nacional, y era tan sensato, que la única vez que se sublevó lo hizo al grito mágico de ¡Viva Isabel II! Falleció aquel bendito, y doña Lupe se hubiera muerto también si el dolor matara.
El Hakem, sobre todo, fue para ella fatal: creó con objeto de oprimir á sus súbditos una milicia permanente, recargó de una manera escesiva los tributos, y sublevó contra sí los ánimos del pueblo. Irritado este, se arrojó á la calle y desahogó su ira contra los recaudadores. Súpolo el Hakem, rugió de cólera, y mandó empalar públicamente en una de las orillas del rio á diez de los rebeldes.
Este un día le declaró seriamente que debía obedecer a su madre. Zoraida, decepcionada, recurrió directamente a la superiora de las Salesas, quien la aconsejó de acuerdo con el sacerdote. Entonces su naturaleza extremosa se sublevó. Juró que abandonaría toda tarea religiosa, que no pisaría más el confesionario y que hasta dejaría de ir a misa. Y ese juramento añadió Carmen lo ha cumplido.
A la edad de diez y ocho años montaba guardia como alférez de milicias en la noche en que en 1820 se sublevó en San Juan el número 1 de los Andes. Cuatro compañías forman enfrente al cuartel e intiman la rendición a los cívicos.
Esta palabra mordaz, aplicada pérfidamente, tenía el privilegio de aplacar las rebeliones de Carmen, tan humanas y tan justas. Humilló la mirada, y cogió del suelo el bastidor. Estaba pensando: ¡Santa! Todavía no lo soy; me sublevo; me he mofado de ellas con Salvador..., las he acusado..., casi las odio.... ¡Dios mío, hazme buena, hazme santa!...
Así lo pensaba yo al verme cogido y sujeto en tierra y al oírles animarse con risas espantosas á tirar del rodillo para triturarme... No tenía más que dejarlos hacer y, según mis deseos, estaba libre de la vida... Pero no sé qué instinto de conservación me sublevó contra el acto feroz de aquellos hombres y en un instante, en lugar de sufrir mi último suplicio, me defendí energéticamente.
¡Una joven como yo, a los veinticinco años!... ¡Vaya una juventud! Hay que vivir en un medio petrificado como el nuestro, pobre vieja, para no conocer nada de la vida a mi edad... Algunas veces casi me sublevo, pero después se me pasa... Esas ideas no son de usted, señorita. Me parece estar oyendo a la señorita Francisca respondió Celestina escandalizada.
Palabra del Dia
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