Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 20 de junio de 2025


¡La señora Adela! exclamó la muchacha, y se puso con un ardor febril a su interrumpido trabajo, mientras Mustafá gruñía sordamente. Tardó poco en llegar una mujer harapienta, alta, huesosa, como de treinta y cinco a cuarenta años, que fijó en una mirada insolente. ¿Qué quiere este caballero? preguntó con acento de amenaza a la pobre niña.

«Aquí donde le ves dijo Santa Cruz , se tiene una de las mujeres más guapas de Madrid». Hizo un signo a Jacinta que quería decir: «Espérate, que ahora viene lo bueno». ¿Es de veras? . No se la merece. Ya ves que él es feo adrede. Mi mujer... Nicanora... murmuró Ido sordamente, ya en el último bocado , la Venus de Médicis... carnes de raso...

El sol se hallaba próximo a su ocaso, la temperatura era agradable y en el cielo no se veía ni una nube. De pronto interrumpió el silencio de los campos un lamento triste, prolongado, que al parecer salía de la débil garganta de un niño. Juanito y Polonia se miraron; el perro Fortuna gruñó sordamente y se acercó a su amo como dispuesto a defenderle. ¿Has oído, Polonia? preguntó Juanito.

Todos al abandonar el boliche volvían sus ojos instintivamente hacia el río obscuro que se deslizaba sordamente, durante miles y miles de años, entre tierras yermas, negándolas su caricia gestadora de tantas maravillas. Mientras llegaba la hora de ser millonario gracias á la irrigación, una de las mejores ganancias del dueño del boliche consistía en organizar los domingos corridas de caballos.

Migajas estuvo á punto de caer al suelo; pensó en el suicidio; invocó á Dios y al diablo.... ¡La han vendido! murmuró sordamente. Y se arrancó los cabellos, y se arañó el rostro; y en las pataletas de su desesperación, se le cayeron al suelo los fósforos, los periódicos y los billetes de Lotería. ¡Intereses del mundo, no valéis lo que un suspiro!

Su vida era un río turbio, monótono, sin brillantez ni belleza, deslizándose sordamente como el Júcar en invierno. Al repasar su existencia, la resumía en pocas palabras. Se había casado; Remedios era su mujer, don Matías su suegro. Era rico, disponía por completo de una gran fortuna, mandando despóticamente sobre el rudo padre de su esposa, el más ferviente de sus admiradores.

Los ojos del capitán se oscurecieron, fruncióse su frente y dijo sordamente: No hay necesidad de avisar á nadie... Arréglate con las criadas como has hecho otras veces. D.ª Robustiana quedó confusa y triste. No volvió ya á mentarle el nombre de su gentil amiguita.

Lo dudo mucho, porque no me has dicho jamás una palabra del asunto. Contéstame inmediatamente. El P. Gil dejó caer los brazos, dobló la cabeza y murmuró sordamente: ¡Qué infamia! El mayorazgo soltó una carcajada. Pero ¿aún cree usted que hay infamias en el mundo? ¿De qué le sirve a usted tanto como ha leído? Quisiera que me explicase cómo es posible hacer porquerías dentro de una letrina.

Conforme adelantaba la lección de comer, y menudeaban las reprimendas y castigos, Cónsul se ponía más huraño y nervioso, gruñendo sordamente con los dientes apretados.

Se entra en la casa por una alta puerta de madera, asentada sobre una grada de cinco peldaños de piedra, de dimensiones colosales, pero descantilladas por el uso, por el tiempo y por los grandes pesos que en el transcurso de los años habrán sostenido. Al sentarse sobre ellas, murmuran y vacilan sordamente.

Palabra del Dia

ayudantes

Otros Mirando