United States or Cayman Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


Porque don Aquiles Vargas, de suyo honradote y trabajador, de alegre carácter en corro de amigos y hasta galanteador de afición en sus horas perdidas, tenía un geniecito que no había quien le aguantara en la casa, y sólo una mujer de las condiciones apuntadas, sorda, muda y ciega, podía salir airosa de tan difícil cometido.

Al diablo se le ocurre tener dolor de cabeza en un momento semejante... Poco importa, abuela, puesto que no soy ni coja, ni torcida, ni manca, ni muda, ni sorda, y tengo 28.600 pesos de dote... Con esta cifra supongo que no se exige tener ingenio. Por 28.600 pesos tiene una mujer todos los derechos posibles a la tontería.

Y se arrancaba con rabia un puñado de ellos. «Tantos pelos tiene en el alma como en el cuerpodecía de él el capellán del colegio con sorda cólera. No estamos conformes con este juicio. Marroquín era un pobre diablo, no exento de las pasioncillas que atormentan a los humanos, tales como la envidia, la lujuria, la gula, pero no en más alto grado que la mayoría de ellos.

Raimundo salió hasta la escalera para despedirla, repitiéndole algunas frases amables y cordiales que no impresionaron a la dama, a juzgar por su continente grave. Bajó las escaleras descontenta de misma, embargada por una sorda irritación. No era la primera vez, ni la segunda tampoco, que su temperamento impetuoso la colocaba en estas situaciones anómalas y ridículas.

Pasó un año que en su reloj sólo representaba un segundo; luego pasó un siglo de igual duración... y al fin estalló el esperado trueno, temblando el «abrigo», pero con blandura, con sorda elasticidad, como si fuese de caucho. La explosión, á pesar de esto, resultaba horrible. Otras explosiones menores, enroscadas, juguetonas y silbantes surgieron detrás de la primera.

¿Quién ha hecho esto? preguntó el profesor con voz sorda, esperando el silencio con que tantas otras veces se acogiera una pregunta semejante... Pero ahora, la travesura tenía su editor responsable.

Bajo los últimos soles del invierno empezaba á sonreir la Naturaleza, ciega, sorda, insensible, que ignora nuestra existencia y acoge indiferente en sus entrañas lo mismo á un pobre animalillo humano que á un millón de cadáveres.

Por amor á la reina, el padre Aliaga, que no era ambicioso, procuró hacerse influyente en la corte, pero de una manera indirecta, sorda, sin dar la cara en cuanto le fuese posible. Procuró atraerse, y se los atrajo, á los enemigos de los enemigos de la reina, y sólo se descubrió en la parte que le fué imposible cubrirse: esto es, respecto al rey.

Los enormes y desnarigados reyes de piedra que rodean el jardinillo, surgen de entre los árboles como grandes espectros blancos. Las llamas del gas se agitan en sus fanales de vidrio, proyectando sombras temblorosas en el suelo húmedo y barroso. No pasa casi nadie: sólo se oye de rato en rato la sorda trepidación del tranvía y continuamente el rápido y corto pasear de los centinelas de Palacio.

Era tan sorda que no oía nada; entendía por señas; ciega, y tan gran rezadora que un día se le desensartó el rosario sobre la olla y nos la trujo con el caldo más devoto que he comido. Unos decían: «¡Garbanzos negros! Sin duda son de Etiopía». Otro decía: «¡Garbanzos con luto! ¿Quién se les habrá muertoMi amo fue el primero que se encajó una cuenta, y al mascarla se quebró un diente.