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Actualizado: 28 de mayo de 2025


¿Yo celos de este tío que ya no puede con la fe de bautismo en papeles? ¡Sería trabajo! Llévatelo, hija, y ponlo en un cuarto seco para que no se pudra. Soleá, llévame y ponme donde te parezca. Verás si engordo á tu vera le gritó Antonio. ¿Y á , dónde quieres que me ponga entonces? preguntó Velázquez riendo.

La que llevas en el bolsillo y que Soleá te ha dado hace un rato manifestó Velázquez con naturalidad. Se puso aún más pálido de lo que estaba. En un instante pasaron por su cerebro veinte respuestas evasivas; pero los ojos del majo estaban clavados sobre los suyos con una expresión tan resuelta y enconada que claramente vió el dilema: ó soltar la llave ó matarse. Optó por lo primero.

No, señor; un momento nada más... y eso porque Soleá me había pasado dos recaos, uno hace quince días y el otro ayer mismo, por un amigo que la vió en la tienda de la Parra... Se disculpaba todavía con empeño, sin convencerse de que Velázquez no estuviese enfadado. No importa que entres y salgas en mi casa cuando bien te venga... Te lo he preguntao por hablar algo.

Gracias, Antonio, y de salud te sirva respondió la tabernera, que había oído el brindis. Vive mil años, chiquita, que si cierras los ojos se queda Cádiz á oscuras. ¡El equinocio, hija! exclamó María-Manuela sin poder reprimir un movimiento de celos. Soleá, no cierres los ojos para que este borracho pueda llegar á casa. ¿Tienes celos, María? preguntó la tabernera.

Manolo la miró fijamente con sorpresa. Luego, sonriendo dijo: ¡Qué engreída estás, Soleá!

Había dejado a un lado el cigarrillo de azules espirales, y con una media voz que acentuaba las palabras, dándolas temblores apasionados, cantaba acompañándose de las melodías del piano. El torero avanzó los oídos para entender algo... Ni una palabra. Eran canciones extranjeras. «¡Mardita sea! ¿Por qué no un tango o una soleá?... Y aún querrían que un cristiano no se durmiese

El siete de oros al revés dice que has de pasar muchas desazones que te harán perder el sentío; pero si logras tener calma y no haces un disparate, el siete de espadas que está á su lado te anuncia esperanza: harás las paces con Soleá y disfrutarás de tranquilidad... No durará mucho la paz, porque este as de bastos dice que pronto tropezarás y caerás otra vez.

Los demás se mostraron igualmente alegres por la reconciliación y les felicitaron; pero Antonio no dejó de verter su gotita de hiel en la alegría de Velázquez. ¡Así me gustan los hombres! exclamó dándole palmaditas en el hombro. Una mujer como Soleá merece que nos echemos la fachenda á la espalda.

Y una voz bronca, debilitada por el dolor, como si viniese de lo más profundo de los pulmones, gemía entre suspiros, con un acento que recordaba a Carmen su tierra: ¡Virgen de la Soleá!... Creo que me he roto argo. Mire bien, dotor... ¡Ay, mis hijos! Carmen se estremeció de espanto. Elevaba sus ojos a la Virgen, extraviados por el miedo.

Lo que importa ahora es deshacer el maleficio de la bebía compuesta, si es que la has bebío, ó de la rosa hechizá, si la has olío... Primeramente, un día de éstos que salga Soleá á la calle, tomarás un puchero y echarás en él aceite y sal y tres clavitos de hierro atados por la cabeza. Lo verterás todo cuando ella vaya á llegar á la puerta de casa.

Palabra del Dia

commiserit

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