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Llegó ayer, y voy a tener el honor de presentárselo, porque hele aquí que entra. Efectivamente apareció a la sazón en el umbral de la puerta un joven alto, moreno, de semblante tranquilo y frió y vestido con elegancia; lucía en su solapa la cinta de la Legión de honor, de la estrella Polar de Suecia y de Santa Ana de Rusia.

Ahora echaba miradas torvas al grupo contestando distraídamente al conde de Cotorraso, que desde hacía algún tiempo le mostraba una terrorífica predilección cogiéndole de la solapa dondequiera que le hallaba para explicarle su nuevo método de destilación del aceite. Con su lujosa casaca y peluca blanca de caballero del siglo pasado, el joven concejal no había ganado en dignidad. Parecía un lacayo.

Cuándo levanta un poco su gorrilla para limpiar los cristales del vagón empañados por la humedad, se ven a plena luz sus ojos, hermosamente azules y de mirar dulcísimo, que corrigen por la expresión un poco dura y fría de todo el rostro. En la solapa de la negra americana se destaca con fuerza una roseta roja.

Iba trémula, de un costado a otro del buque, erguida dentro de un elegante vestido de viaje, flotando sobre su espalda un largo velo y agitando un pañuelito en la diestra. Sonreía a un bote automóvil que evolucionaba en torno al trasatlántico. En la popa de aquél estaba sentado un buen mozo con pantalones de franela blanca, sombrero de paja y una flor en la solapa de su americana azul.

Lo mismo digo yo replicó iracunda Xuantipa ; un día, y otro día, y otro día, y jamás aprendes, babayo. Ya te he dicho, mujer, que todo lo llevo con resignación, todo, menos que me llames babayo. Con esa palabra vulgar me parece que me cubres de inmundicia. Xuantipa condujo de la solapa a Belarmino, a través de las acostumbradas calles de amargura.

Y mientras esto decía el tío Frasquito, iba poco a poco escurriendo escurriendo su solapa de manos de Diógenes, hasta que, libre al fin, abrochóse prontamente el gabán hasta la barba, para poner a cubierto su nívea pechera de cualquier acometida de Diógenes. Este, dejándole hacer, tornó a preguntarle: ¿Y cuándo se va Jacobo a Biarritz?... Mañana por la noche...

Las invectivas caían sobre él, como lluvia de piedras; una mano, más audaz que las otras, se prendió de la solapa de su abrigo. Y abandonado de su estado mayor, que se desbandó, escapó también, como don Raimundo, en completa derrota.

¡No puede ser! dijo Timoteo inundado de gozo. ¿Que no puede ser? chilló el cura abalanzándose a él y sujetándole por la solapa de la levita. ¿Cree usted que yo no soy capaz de pisarle la cara? No es eso. Lo que yo quería decir es que me extrañaba que un muchacho tan inocente, que parecía una palomita sin hiel...

En una solapa lucía una gardenia. Sobre la pechera ostentaba una perla enorme, además de la ancha cinta sostenedora de un monóculo inutil. Su aspecto era solemne y magnífico, como el de un director de circo ó un prestidigitador célebre. Hacía esfuerzos por mantenerse sereno y que nadie adivinase su emoción.

A estas razones, sin responder con alguna, se levantó Sancho de la silla, y, con pasos quedos, el cuerpo agobiado y el dedo puesto sobre los labios, anduvo por toda la sala levantando los doseles; y luego, esto hecho, se volvió a sentar y dijo: -Ahora, señora mía, que he visto que no nos escucha nadie de solapa, fuera de los circunstantes, sin temor ni sobresalto responderé a lo que se me ha preguntado, y a todo aquello que se me preguntare; y lo primero que digo es que yo tengo a mi señor don Quijote por loco rematado, puesto que algunas veces dice cosas que, a mi parecer, y aun de todos aquellos que le escuchan, son tan discretas y por tan buen carril encaminadas, que el mesmo Satanás no las podría decir mejores; pero, con todo esto, verdaderamente y sin escrúpulo, a se me ha asentado que es un mentecato.