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Actualizado: 10 de junio de 2025


Díjome, en viendo que los tenía: -Hijo Pablos, mucha culpa tendrás si no medras y eres bueno, pues tienes a quién parecer. Dinero llevas, yo no te he de faltar, que cuanto sirvo y cuanto tengo, para ti lo quiero. Agradecíle mucho la oferta. Gastamos el día en pláticas desatinadas y en pagar las visitas a los personajes dichos. Pasaron la tarde en jugar a la taba mi tío, el porquero, y demandador.

Pero no teniéndolos ¿qué desdeño ni qué sacrifico? Yo me he metido fraile creyendo que no servía sino para fraile. Luego he descubierto con horror y asco de mismo que ni para fraile sirvo.

No y no. Aun en el supuesto de que pudiera echarse tierra sobre la falsificación... ¿qué porvenir me espera? ¡trabajar, trabajar siempre! porque de esto estoy convencido, el juego no saca de pobre a nadie: los jugadores son ricos de relumbrón, y aun así, en las raras ocasiones que la suerte les permite brillar, pues, a lo mejor, se quedan a obscuras por larga temporada... y con franqueza, yo no podría trabajar, no podría; ¿acaso me voy a poner detrás de un mostrador? ¿a entrar de cagatinta en una oficina? ¿a ir de guardador de ovejas a una estancia? ¡sería vergonzoso! y como carezco de capital, me sería imposible emprender un negocio cualquiera... Creo que, si lo tuviera, el capital, lo jugaba de un golpe, a ver... No sirvo, pues, para trabajar, y no pudiendo avenirme, naturalmente, con mis gustos y mi educación, a hacer las del tío Agapo, me doy yo mismo el pasaporte... Ya llega, ya llega el agua y el farol de la punta del muelle está encendido... pero, todavía no...

»¡Me gusta tanto tomar su brazo cuando salimos! Pero, naturalmente, mucho mejor es cuando él torna el mío. Entonces me siento casi orgullosa de que mi papacito, un hombre tan fuerte y grande, se apoye en ; me parece que le sirvo de algo; pero después me entra un terrible miedo de no servir en realidad para nada... »Es necesario que yo diga a papá una cosa que noto desde hace días.

Mirando a Aldeacorba, decía: No volveré más allá... Ya acabó todo para ... Ahora, ¿de qué sirvo yo? En su rudeza pudo observar que el conflicto en que estaba su alma provenía de no poder aborrecer a nadie.

No pudiendo expresarse así, su rudeza expresaba la misma idea de este otro modo: No vuelvo más a Aldeacorba.... No consentiré que me vea.... Huiré con Celipín, o me iré con mi madre. Ahora yo no sirvo para nada.

Yo no soy cura cortesano, ni clérigo palaciego, ni he venido aquí para medrar de mala manera... ¡Señor Resmilla! ¡Francamente, señora Condesa! No sirvo para tales cosas. Hasta me arrepiento de lo que he hecho. Disponga Vd. de mi plaza de capellán para los que aceptan tales ofertas. Aquí todo es mezquino. Estoy de estas pequeñeces hasta por cima de los pelos.

Por demás lo sabe usted, fiscal: porque no sirvo yo para esas cosas... vamos, que me pego a la pared lo mismo que un animalejo. Pamemas. Diga usted que le gusta lo cómodo, y acabemos... Que es la pura verdad, hombre: que soy así. Para lo que le conviene. ¡Lo mismo que Dios está en los cielos!

Mire usted una preciosa que pillé ahora mismo.... Le digo a usted, Anita, que sirvo para el caso. ¿A ver? ¡Eso es lo que usted encuentra! Comida de bicharracos.... ¡Uuuuy! ¿Qué pasa? exclamó solícito Borrén.

Hay que tener una predisposición especial, cierto talento para fingir lo que no se siente... Yo he intentado venderme, y no puedo, no sirvo. Amargo la vida de los hombres cuando no me interesan; soy su adversario, los odio, y huyen de . Pero el marino prolongaba su sonrisa atrozmente burlona. ¡Mentira! dijo otra vez . ¡Todo mentira! No te esfuerces... No me convencerás.

Palabra del Dia

vorsado

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