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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Y con firme brazo se asestó una puñalada en el mismo sitio en que había herido á Sorege. Siguió de pie, pero la voz se extinguió en sus labios. Un hilo de sangre surgió de la garganta y se deslizó por el traje blanco. Sus ojos se nublaron. Novelli se levantó en este momento y se arrojó sobre su compañera gritando: ¡Socorro! ¡Se ha herido! Un espantoso rumor partió de todos los puntos de la sala.

El príncipe les dió unos cuantos billetes y siguió adelante, mientras ellas corrían á jugar este dinero, después de agradecer el regalo con una sonrisa de calavera, último resto de la gracia profesional. Pronto dejó de fijarse en todos los parásitos que vivían pegados á los engranajes de la formidable máquina, nutriéndose con las migajas de su trituración.

El oficinista, al que apodaba «tinterillo» el estanciero, siguió fumando con la calma de un oriental que considera conveniente excitar la curiosidad de su interlocutor antes de emprender la conversación. Usted, don Carlos dijo al fin , fué en su juventud hombre de armas. Me han contado que cuando vivía en Buenos Aires tuvo varios duelos por asuntos de hembras.

Siguió bajando, y al fin encontró el camino que se remonta á Bolivia y que en dirección opuesta iba á conducirle á la costa del Pacífico. Pasó cerca de un año trabajando en las explotaciones salitreras establecidas por los chilenos en la costa del Pacífico. Vivió unas veces cerca de Antofagasta, otras en Iquique y hasta en Arica, junto á la frontera del Perú.

Siguió su camino el carro, y don Quijote, Sancho y el del Verde Gabán prosiguieron el suyo. En todo este tiempo no había hablado palabra don Diego de Miranda, todo atento a mirar y a notar los hechos y palabras de don Quijote, pareciéndole que era un cuerdo loco y un loco que tiraba a cuerdo.

Una criada llamada Rafaela, que entró á servir á la chacha Ramoncica cuando ésta vivía aún en casa de sus padres, siguió sirviéndola toda la vida. Ama y criada eran de la misma edad y llegaron juntas á una extrema vejez. Rafaela era más fea que la chacha, y, hasta por imitarla, permaneció siempre soltera.

Únicamente de este modo podía él explicarse la frecuencia con que aparecen en las novelas. Siguió mirando á la Torrebianca para darse cuenta de si era una mujer fatal ó una mujer perseguida injustamente; pero ella había bajado los ojos, diciendo con triste modestia: He sufrido mucho al ver que usted huía de .

La penumbra era favorable a los planes de las muchachas; aprovechando la ocasión propicia, acercáronse disimuladamente las dos mayores a don Pedro, y mientras Rita le plantaba en la cabeza un sombrero de tres picos, Manolita le echaba por los hombros una chupa color tórtola, con guirnaldas de flores azules y amarillas. Fue de confusión el momento que siguió a esta diablura sosa.

Saltó Cupido dentro de la casa y le siguió el joven, esforzándose por mostrar una gallarda soltura. Realmente no se dio cuenta de cómo entró.

A las tres de la tarde llegó el bote con 10 hombres, y los restantes se quedaron abriendo dichos pozos: volvió á reciar el viento tanto, que no fué posible mandar el bote en busca de la gente á tierra, el que me fué preciso meter á bordo porque no se fuera á pique. Siguió el temporal toda la noche.

Palabra del Dia

condesciende

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