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Actualizado: 17 de julio de 2025
¿Es decir, que mi obligación era quedarme toda la vida esperando a que se te antojase volver a acordarte de mí, como se queda un libro en un estante, hasta que su dueño tenga capricho de volverlo a leer? Sé franco, mírame cara a cara y dime: si yo fuera libre, ¿hubieras vuelto a pensar en mí? Dispensa la dureza, pero lo que ahora sientes no es amor, es envidia de otro.
Tuve miedo y la llamé por su nombre; entonces una ligera sonrisa pasó por su rostro; se volvió penosamente y me miró de frente. ¿No te sientes bien, Marta? Sacudió la cabeza con expresión dolorida y cerró un poco la mano. Eso quería decir: Ven, siéntate a mi lado. Tomé su cabeza entre mis brazos y de repente un calofrío sacudió su cuerpo; oí que sus dientes castañeteaban.
Vistiose no obstante, y se dio a pasear por la estancia, a tiempo que una mano llamó a la puerta del cuartuco, y antes que Amparo se resolviese a decir «adelante», Ana entró. ¿Vienes? No puedo. ¿Pasa algo, hay novedá? Creo... que sí. ¿Qué sientes, mujer? Frío, mucho frío... y sueño, un sueño que me dormiría de pie... pero al mismo tiempo rabio por andar... ¡qué rareza! ¿Aviso a la señora Pepa?
Habrías de empezar por ponerme en antecedentes, por confiarme hasta los menores detalles, entiéndelo bien, hasta los menores detalles; por ponerme al tanto de lo que piensas, de lo que sientes, de las tentaciones que te dan por la mañana, por la tarde y por la noche; en fin, habías de declarar todos, toditos los síntomas de esa maldita enfermedad, y darme palabra de hacer cuanto yo te mandare». Hablaba, pues, la viuda como si tuviera en el bolsillo las recetas para todos los casos patológicos del alma.
No sientes parásitos a tu mesa, que estos, después de vivir a tu costa, te criticarán. Elige diariamente un pequeño número de comensales, graves sin afectación, ingeniosos sin descaro, festivos sin chocarrería, y que coman sin gula y beban sin embriaguez, honrando tu casa y celebrando tu mesa. »Mucho te hablaría de tu cocina, si mi mal me diera espacio para ello.
Que esta querida niña tenga enseguida un sitio para descansar! ¡Tiene de ello tal necesidad después de semejantes emociones!... Envíe usted á buscar gentes á la quinta ... Quiero que dentro de dos horas esté todo en orden en el castillo ... ¿Cómo te sientes, querida hija mía? ¡Esperarás el almuerzo!... ¡Oh! No tengo apetito ninguno, tía ...
Pero no temas que llegue a importunarte yo con mis muecas amorosas o con mis exigencias. Tú tienes en mí un amigo verdadero, un amigo paternal, si esta palabra te inspira más confianza... porque no pienso disimular que tengo muchos más años que tú. Si estás afligida y sientes la necesidad de llorar, échate en mis brazos; en ninguna otra parte podrás descansar más tranquilamente.
Tene mamá chocho... Ven... dame uno. Y la llevó por el vestido al gabinete de su madre. Al entrar en él la niña, pareció sorprendida y echó una mirada a todas partes. Ventura había salido a recibirlas con la sonrisa en los labios, besando a su madre cariñosamente: ¡Jesús, qué pinitos! ¿Cómo te has decidido?... No sé si te convendrá subir escaleras, mamá... ¿Te sientes bien?
«Adórete el coro de las musas, concédate Apolo presidirlas, y mande Júpiter que en el Gran Consejo de los dioses te sientes á su lado en silla de oro, entre tus dos perpetuas compañeras Minerva y Venus, y aclamándote las gracias, las musas y las demás diosas. ¡Decid, vitor pæan!»
La ofensa que te hizo á tí lo manifiesta bien; de ella no debes acordarte para la venganza, pero sí para formar un juicio acertado. Sientes un secreto y vivo placer en contrariarle, en abatirle, en perderle; mas este sentimiento no te domina; solo te impulsa el deseo del bien; y en verdad que si no mediase otro motivo que el resentimiento, no pondrias ningun obstáculo á sus designios.
Palabra del Dia
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