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Actualizado: 28 de junio de 2025
Nada arrastra tanto como el ejemplo de un príncipe, capaz por sí solo de salvar o perder a una sociedad entera, y la severa repulsa dada a Currita en Palacio, justa en medio de su severidad, que si de algo pecaba era sólo de tardía, había de arrastrar sin duda a Madrid entero, derrumbando a la ilustre dama desde la altura de su gloria, con todo el estrépito de los grandes escándalos, con todo el ensañamiento con que del árbol caído se apresuran todos a sacar leña.
Un biombo cubierto de figuras de oro formaba como una segunda habitación, más íntima, con el suelo alfombrado de pieles blancas de largos y sedosos pelajes, sobre las cuales se amontonaban docenas de almohadones de diversos colores, con reptiles alados y flores inverosímiles. Un olor exótico y penetrante arañó el olfato del invitado. Conocía este perfume. Y miró á la duquesa con severidad.
Al poniente, las neveras faltan del todo: cerros altísimos, cubiertos de negros bosques de pinos y abetos, en su mayor extension, se alzan á hundir en las nubes sus severos picos ó conos graníticos, y presentan á trechos esos derrumbes espantosos, rastros de los catástrofes de la primavera que se llaman avalanchas Al lado opuesto del valle se levantan los contrafuertes del Monte-Blanco, revueltos, despedazados por innumerables y gigantescas grietas, aterradores de hermosura y severidad, ora terminando en neveras que derraman sobre el valle sus ondas congeladas; ora cubiertos de ásperas malezas, helechos y bosques de abetos; ora aguzándose en sus cimas en penachos extravagantes y agujas colosales, desnudas y sombrías, para servir de apoyo á un inmenso anfiteatro de invisibles montañas y neveras cuyo pináculo es la cabeza admirable del Monte-Blanco.
Si yo no hubiera sido atrevida, si yo no hubiera animado á D. Carlos, si yo hubiera tenido la severidad y el recato convenientes, no me vería ahora en tan amargo trance. ¡Ay, mi querida Lucía!
Más simpático en el trato que Quintana, por carecer de aquella grandílocua y solemne severidad, era D. Francisco Martínez de la Rosa, recién llegado entonces de Londres, y que no era célebre todavía más que por su comedia <i>Lo que puede un empleo</i>, obra muy elogiada en aquellos inocentes tiempos.
Uno se halla inédito en la Biblioteca del Escorial, por traducción del italiano ; otro, que aquí aparecerá por vez primera, se guarda en la Academia de la Historia , mereciendo principal consideración, así por obra de quien presenció cuanto refiere, como por la apreciación distinta con que juzga los sucesos: con harta severidad, tal vez; con competencia, seguramente.
Yo creo dijo que nos hemos visto otra vez, pero no puedo acordarme dónde, por más que pienso. ¡He corrido tantos países!... ¡he conocido tantos hombres!... Robledo la miró con severidad, al mismo tiempo que preguntaba bruscamente: ¿Cómo se llama usted?
Y se me escapó, huyendo por la puerta que se cerró tras él. ¡Así anda todo! dijo doña Clara : cuando un reino está sin cabeza... La reina frunció un tanto el bello entrecejo. El rey es al fin el rey dijo Margarita con un tanto de severidad. Pero cuando sirve de escudo á traidores... Dará cuenta á Dios. Y al mundo, cuando hace infeliz á una reina tal como vuestra majestad.
No necesitas irte para eso, porque no volveré á decirte ni hacerte nada que te ofenda. Te doy mi palabra. La de esta tarde será la última... Y siguió cerrándola el paso para que no pudiera alcanzar la puerta. Te digo que me dejes Velázquez repitió con calma y severidad. Nada adelantarás con retenerme á la fuerza.
Si bien los sacerdotes más rígidos y los legisladores de la nueva Iglesia se esforzaron por todos los medios en atacar los vestigios de las antiguas supersticiones, hubo otros hombres ilustrados é influyentes, que creyeron más saludable no desplegar tanta severidad contra esos usos inveterados, sino darles más provechosa dirección.
Palabra del Dia
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