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Actualizado: 28 de octubre de 2025


Luego Isidora le echó un sermón sobre su detestable maña de decir a cada paso palabras malsonantes, y aunque el muchacho alegó, para defenderse, que también las decían los caballeros, ella se mantuvo inflexible, decidida a castigar las malas palabras como si fueran malas acciones. «Ahora, señorito le dijo con severidad , ha de andar usted derecho.

Las miradas que dirigía sobre él, se inflamaban al parecer algunas veces con una extraña expresión de severidad; pero esto no era más que un relámpago; un instante después sus bellos ojos húmedos y su fisonomía inalterable no manifestaban sino una tierna abnegación y una sumisión apasionada.

En aquel momento, don Rodrigo me dijo: ¿Puedo alcanzar de vuestra majestad un momento de audiencia? ¿Y para qué, caballero? le contesté. Para que yo pueda mostrar á vuestra majestad mi respeto y el interés que me inspira como reina y como dama. Explicáos le dije con severidad. El duque de Lerma es enemigo de vuestra majestad . ¿Qué queréis decir?

No la defendió en la tertulia por no contradecir a doña Inés y por no censurar indirectamente la excesiva severidad del padre Anselmo contra el lujo de las mujeres; pero allá en su interior no vio nunca malicia en lo que Juanita había hecho, y se limitó a calificarlo de inoportuna ligereza, de que la madre era más culpable que la hija.

La catedral, de estilo gótico del siglo XII, aunque carece de atrevimiento en sus tres naves, tiene una majestad imponente por su interior de sombría severidad.

Vieron la opulenta ribera del Júcar, pasaron por Alcira, cubierta de azahares, por Játiva la risueña; después vino Montesa, de feudal aspecto, y luego Almansa en territorio frío y desnudo. Los campos de viñas eran cada vez más raros, hasta que la severidad del suelo les dijo que estaban en la adusta Castilla.

Muy parlachín y comunicativo hasta los diez años, volvíme después huraño, reservadísimo y melancólico. Ya he dicho que la vida del Colegio, áspera, fría, monótona, entenebreció mi espíritu; ahora es bueno apuntar que la excesiva severidad de mis maestros, no siempre oportuna y atinada, me hizo desconfiado y receloso.

Su buen natural, rectamente encaminado en su niñez y en su adolescencia por las lecciones del aya, no la había abandonado nunca. Doña Luz, sin sibaritismo, con la severidad de quien cumple un deber, había cuidado, y seguía cuidando en el lugar, de su alma y de su cuerpo.

Cotarelo, por virtud de su severidad histórica, no ha podido menos de dejarse en el tintero, tal vez a pesar suyo.

Palabra del Dia

crocus

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