Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 28 de junio de 2025


Ojeda le miró con fingida severidad. Muy bien, Isidro. Bonito modo de ir en busca de una vida nueva. Se está usted amaestrando para el trabajo. ¡Bah! Es el mar, la influencia desmoralizadora del mar. Ya me oyó usted anoche. Aquí somos otros que en tierra; tal vez más espontáneos, más verdaderos.

Algo había desaparecido en ella, algo completamente femenino, como acontece con frecuencia cuando la mujer ha pasado por pruebas de una severidad peculiar: porque si ella es toda ternura, esto le costará la vida; y si sobreviviere á estas pruebas, entonces esa ternura ó tiene que extinguirse por completo, ó reconcentrarse tan hondamente en el corazón, que jamás se podrá mostrar de nuevo.

Con la alegría de verle, no fue la severidad de Isidora tan grande como cumplía, y le perdonó. Tenía Mariano entre sus maldades, desarrolladas por el abandono, algunas cosas buenas, y la cualidad mejor era la franqueza con que confesaba sus delitos sin ocultar nada, ni dorarlos con comentarios artificiosos para hacerlos pasar por donaires.

Era también un inflexible enemigo, de que dan buen testimonio los cuákeros en sus historias, en las que, al hablar de él, recuerdan un incidente de su dura severidad para con una mujer de su secta, suceso que es de temerse durará más tiempo en la memoria de los hombres que cualquiera otra de sus buenas acciones, con ser estas no pocas.

No comience usted por el fin, porque no nos entenderemos». Escuchaba después con cortesía no exenta de severidad, dignándose aprobar con la cabeza mientras yo llevaba la palabra.

Cogió á la señorita Guichard por la mano y, con autoridad, la acercó á la ventana. La luna alumbraba los macizos del jardín y, cogidos del brazo, los dos jóvenes paseaban á lo largo de las filas de plantas, refrescadas por el aire de la noche. Iban lentamente, con paso cadencioso, graciosos y encantadores. ¡He ahí, sin embargo, lo que querías impedir, continuó Roussel con severidad.

Si alguien la hablaba del aviador prisionero, tendría que hacer un esfuerzo para recordar que existía, ¡y horas antes lloraba sinceramente pensando en su cautiverio!... Era demasiado para el príncipe. Su severidad no podía aceptar esta indiferencia.

Dio algunos paseos por el aposento sin pronunciar palabra, mientras que Amaury le seguía anhelosamente con la vista. Por último se paró ante su pupilo y, sin atenuar la expresión de severidad, manifiesta en su rostro, le dijo: Escúchame, Amaury.

Lo único grave que pasó entre ella y su adorador fue que una noche, mientras el tío había salido a comprar un periódico, llegó don Juan, entró en el cuarto, se acercó de puntillas y la besó en el cuello. Cristeta le vio por el espejo aproximarse, pero ni esquivó el cuerpo ni mostró enfado, y mirándole con mayor dulzura que severidad, le dijo: Pase... como extraordinario.

Estaba viejo realmente, y también más varonil: algunos rasgos de su fisonomía delicada se marcaban, se delineaban con mayor firmeza; sus labios, contraídos y palidecidos, revelaban la severidad del hombre acostumbrado a dominar todo arranque pasional, todo impulso esencialmente terrestre. La edad viril le había enseñado y dado a conocer cuánto es el mérito y debe ser la corona del sacerdote puro.

Palabra del Dia

ayudantes

Otros Mirando