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Actualizado: 28 de julio de 2025
Nada pudo detenerla: ni las súplicas de su mamá para que descansase, ni siquiera la severidad de que se armó su padre, todavía vestido con su bonita bata azul rameada de negro.
De ninguna de estas ediciones puede afirmarse que esté hecha con el esmero y el lujo que el texto original merece y pide. Tal vez influyó en la menor estimación que se dio a La Celestina, desde mediados del siglo XVII y singularmente en el XVIII, el estigma que puso en ella la Inquisición no con gran severidad por cierto.
Sin embargo, había una dureza y severidad en él que no había tenido jamás el de su madre; pero cuando sonreía, al desaparecer esta dureza, la semejanza era realmente maravillosa. No se le ocultó a nuestro mancebo el enojo que la dama recibía de su tenaz persecución. Y no podía menos de reirse interiormente de aquel extraño error.
«Es preciso que te acostumbres prosiguió con cierta severidad , a no hacer juicios temerarios, huyendo de cuanto pueda herir o lastimar a una familia respetable. Dobla la hoja y hazte cuenta de que esa gente se ha ido a Ultramar, o se ha muerto».
La desilusión, la esperanza perdida, le trajo a la vida monástica. En ambos reinos, unidos ya bajo el centro de Isabel y Fernando, había cambiado todo y era menester que Morsamor también cambiase. La paz y el orden con enérgica severidad habían venido a sobreponerse a la confusión y al alboroto que estimulaban tanto la ambición y la codicia.
Nosotros nos pusimos en disposición de poder oírlo todo sin ser vistos, aunque también sin ver nada. Sepulcral silencio reinó por breve tiempo en la pieza, y al fin interrumpiole la condesa, diciendo con la mayor severidad: ¿Qué desorden es este?
La mestiza también se mostraba preocupada por los sucesos de la tarde. Miró á Ricardo con severidad, pensando sin duda en la niña de la estancia. ¡Ay, los hombres! Hasta este gringo que ella creía buenazo resultaba tan perverso como los otros. Pasó adelante el joven, sin fijarse en tal mirada, y encontró en el salón á Elena que parecía esperarle.
Durante tres meses se habían casado en abril vivieron una dicha especial. Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía en seguida. La casa en que vivían influía no poco en sus estremecimientos.
Vete acostumbrando a tratarme de usted... replicó él con cierta severidad . No se te escape una expresión familiar, porque entonces la echamos a perder. Yo también te trataré de usted delante de gente... Todo acabó... Fortunata, no soy para ti más que un padre... Aquel que te quiso como quiere el hombre a la mujer, no existe ya... Eres mi hija.
Toda la severidad del alcalde desaparece; bondadosamente lo interroga: ¿De qué enfermedad ha muerto tu mamá? ¡Oh, cómo recuerda Juan la emoción con que aquella frase fue dicha! Súbitamente recuperó la confianza y se hizo locuaz.
Palabra del Dia
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