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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Carlota estaba aterrada: se había refugiado en un rincón, mientras Mario, ayudado por el mozo que había acudido al ruido, trataba inútilmente de separarlos. Al cabo de muchos esfuerzos lo consiguieron. D. Laureano tenía un arañazo en la mejilla, del cual brotaban algunas gotas de sangre. ¡Qué loca! ¡qué loca! decía limpiándose con el pañuelo. Perdonen ustedes el mal rato.

Podrá censurarse, como opuesto á la unidad de acción, el personaje del príncipe Don Sancho; y como innecesario, y que sirve de rémora al desarrollo del drama, el episodio del tercer acto; pero conviene tener en cuenta que uno y otro se habían arraigado firmemente por los romances y la historia en la mente del pueblo, que no podía separarlos de su célebre héroe favorito, y por consiguiente, no merece crítica el poeta, que se aprovecha de figuras características y de una bella tradición, para agruparlas alrededor de su protagonista.

La riña, pues, se traba por brillar, por la gloria del vencimiento, por amor a la reputación. Ancho círculo se forma en torno de los combatientes, y los ojos siguen con pasión y avidez el centelleo de los puñales que no cesan de agitarse un momento. Cuando la sangre corre a torrentes, los espectadores se creen obligados en conciencia a separarlos.

Hubieran semejado dos estatuas de bronce, si no se hubiera sentido el resoplido de la fatigada respiración de los combatientes y si no se hubiera visto correr abundante sudor por sus encendidas mejillas. ¡Quién sabe cómo hubiera terminado aquel combate! Mal hubiera terminado, sin duda, si no llega precipitadamente el abad y logra al punto separarlos.

Esta no tardó en venir, porque se enredaron a trompada limpia dos churumbeles, el uno con las perneras abiertas de arriba abajo, mostrando las negras canillas; el otro con una especie de turbante en la cabeza, y por todo vestido un chaleco de hombre: acudió el gitano a separarlos; ayudole Benina, y a renglón seguido le embocó en esta forma: «Dígame, buen amigo: ¿ha visto por aquí ayer y hoy a un ciego moro que le llaman Almudena?

La cólera le hacía olvidar todo lo que sabía de español, y lanzaba blasfemias en italiano, aludiendo á la Virgen y á la mayor parte de los habitantes del cielo. Además, pedía á los que intentaban separarlos que le dejasen comerse tranquilamente los hígados de su rival.

Entonces acuden a separarlos, se cava la tierra y se recoge el fruto. Así los envidiosos delatan el paraje donde existen las trufas literarias; allí acude el público, los separa y se las come. Perdone usted lo feo de la comparación en gracia de su exactitud...

Por la noche, Valentina se acercó a mi lado en el jardín, juntos miramos al cielo; veía su cara risueña y espiritual, sonriendo, llena de luz, de vida y de sentimiento; en el piano las notas graves de Beethoven, me despedí de ella... La volví a ver otro día por la última vez... no pude, no supe decirle que la quería... Mi sueño se fue complicando poco a poco... apareció primero entre sus imágenes, la figura escuálida de un clérigo, después mi tío... a su lado, una mujer joven le estrechaba la mano... ¡esa mujer era Valentina!... Sentí una terrible opresión en el pecho; quise correr para separarlos, no pude: tenía ligados los pies; quise gritar para que me oyesen, tampoco pude, la emoción cerraba mis labios.

En efecto, Gerónimo Mercurial, Daniel Le-Clerc, y otros Médicos críticos, no solo han tenido por espureos muchos de los libros atribuidos á Hippócrates, sino que hacen varios Catálogos para separarlos de los verdaderos, asunto que he tratado con extension en mis obras Médicas.

Te me has ido imponiendo, imponiendo, y ahora estás encima de con un doble carácter, pues no puedo separar completamente en ti el hermano cariñoso del hombre aborrecido, ni creo que separarlos pueda mientras los dos vivamos.

Palabra del Dia

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