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En el mismo instante Ogenio toca en el bolsillo á Antón para advertirle que quiere ventilar la duda que le preocupa, y éste, siempre soñando con los ladrones, sobrecógese de horror, dase por muerto, quiere huir, tropieza con su mujer y cae sobre ella; apresúrase el otro á levantarle, pierde el equilibrio y da de hocicos sobre los dos caídos; acuden, al estrépito, los demás personajes; creen que aquello es una lucha, enmaráñanse para separarlos, empújanse los unos á los otros, y al cabo y al fin caen todos amontonados sobre la desdichada mujer que grita y se lamenta medio sofocada por tan enorme peso.

, señor; pero parientes lejanos; mi madre y mis otros hermanos murieron hace mucho tiempo... mi hermana se casó hace cuatro años... vive allá... ve... derecho a ese rosal... ¡Ah! agregó repentinamente dirigiéndose a la planta, vean qué dos pimpollos tan lindos, ¿eh? y cortándolos volvió con ellos al camino diciendo al separarlos pues estaban en un mismo gajo: uno para usted... y otro para usted...

Tan turbada como yo, intentó distraerme cantando una de esas melodías que tantas veces habían encantado nuestras veladas. Era ¡podría olvidarlo jamás! Era así: «Clara y Paulino veían transcurrir apaciblemente sus días, y veían florecer su juventud y sus amores. Nada, en apariencia, podía separarlos, y se aproximaba el acontecimiento alimentado por su esperanza.

Sin embargo, á una señal de Fortunato, los jóvenes se cogieron del brazo y salieron. Por lo menos ahora estaban seguros de que nadie conseguiría separarlos. En el salón, Roussel y Clementina se examinaban en silencio. Quien los hubiera visto en este momento, difícilmente hubiera pensado que estaban bien dispuestos el uno para el otro.

Hay un hilo misterioso Tan unido al de mi vida, Como liana entretegida De grueso tronco al redor; Nunca el hacha del destino Conseguirá separarlos, Que á los dos ha de cortarlos Ó conservar á los dos.

Habitaba en su corazón aquella María Teresa de sus ensueños, y nada podría separarlos jamás, ni la ausencia, ni el espesor de los muros, ni la distancia de los caminos... ¡Pero iba a ver a la otra, la verdadera, a quien tenía que felicitar porque pronto sería la señora de Huberto Martholl!...

................ ¡Oh, mudanza De la edad, que lo que un tiempo Fué divina estimación, Es hoy casi vituperio! Aun cuando no se puede negar la decadencia de la literatura dramática en España en el reinado de Carlos II, sin embargo, este período de la historia del teatro español está unido al precedente con tantos vínculos, que es imposible separarlos.

La vista ejercitada, al comparar este período con el precedente, lo considerará de decadencia y degeneración, y el historiador, para ser fiel á su propósito, debe también separarlos.