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Actualizado: 23 de octubre de 2025


Pero, por fortuna, el empresario de pompas fúnebres hubo de ejercer su profesión en la persona de un senador, colega del coronel, a quien la pistola de éste mató en un lance de honor, y sea que temiese la rivalidad por consideraciones físicas, o bien que calculase con prudencia que el coronel podía procurarle clientes, ello fue que se retiró, dejando expedito el campo.

Como bestias menores, más ágiles y juguetonas en su incesante ladrido, los grupos del 75 aparecían interpolados entre los sombríos monstruos. Los dos capitanes habían recibido del general de su cuerpo de ejército la orden de enseñar minuciosamente al senador el funcionamiento de la artillería.

Se había alarmado sin saber por qué, ante el gesto solemne del senador, con ese instinto femenil que perfora las precauciones de los hombres, adivinando lo que hay oculto detrás de ellas. Había visto además que René y su padre hablaban en voz baja, con una emoción contenida. Rondó con irresistible curiosidad por las inmediaciones del despacho, esperando oir algo. Pero su espera no fué larga.

Ha debido caer á unos trescientos metros dijo René tranquilamente. El senador, espíritu impresionable, sintió de pronto una confianza heroica. No valía la pena ocuparse tanto de la propia seguridad cuando los otros hombres, iguales á él aunque fuesen vestidos de distinto modo , no parecían reconocer el peligro.

Cuando se hubo marchado, Pepe dio las gracias al bibliotecario y le preguntó quién era aquel señor. Es don Luis María de Ágreda, senador, muy buena persona. De estos que no hablan nunca, y progresista a la antigua, pero muy rico. No hace más que asistir a las votaciones, aunque está diciendo siempre que va a hablar... y nunca habla. Después le dio las señas de la casa de don Luis y se separaron.

Mira que á la primera que me hagas, invalidito, te dejo abandonado á tu inutilidad. Desnoyers y el senador también se ocupaban del porvenir de ellos, pero de un modo más positivo. Había que realizar el matrimonio cuanto antes. ¿Qué esperaban?... La guerra no era un obstáculo. Se efectuaban más casamientos que nunca, en el secreto de la intimidad. El tiempo no era de fiestas.

El momento no era para discusiones: cada cual debía pensar en su propia suerte. El senador acabó por prestarse al deseo de su amigo. Si tal era su gusto, podía cumplirlo. Y consiguió con su influencia que saliese aquella misma noche en un tren militar que iba al encuentro del ejército.

Dumas; un viejo que habia sido maestro de Luis Napoleon, antes de ser Luis Napoleon III, llevó cierto libro á Luis Napoleon, cuando ya era Luis Napoleon III, Emperador de los franceses. El viejo de que hablamos era el honrado, valeroso, austero y lealísimo senador Vieillard, maestro y amigo del Emperador.

Quería ir inmediatamente á su castillo. Cuando todos huían hacia París, él necesitaba marchar en dirección contraria. El senador no pudo creer lo que escuchaba. ¡Está usted loco! exclamó . Hay que salir de París, pero con dirección al Sur. A usted se lo digo solamente, y cállelo, porque es un secreto. Nos vamos de un momento á otro; todos nos vamos: el presidente, el gobierno, las Cámaras.

Y las heroicas muchachas de la Guardia, no queriendo presentar sus interesantes dorsos al enemigo, fueron retrocediendo hasta el fondo del salón, haciendo molinetes con sus espadas para defenderse del bombardeo. Que trata del discurso pronunciado por el senador Gurdilo y de cómo el Hombre-Montaña cambió de traje

Palabra del Dia

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