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Ya no sois como antes, llenas de fuego y vida, brindando mil coronas a la inmortalidad; algo serias os hallo; más vuestra faz querida si ya no es tan ingenua, si está descolorida, en cambio lleva el sello de la fidelidad.

No es extraño, pues, que en el prólogo que precede á la colección de sus obras, diga que pronto comprendió que, para desarraigar todas las faltas literarias, muy antiguas ya en nuestro teatro, que le habían impreso ese sello grosero, extravagante y de mal gusto que le distinguía, no era bastante eficaz la sola crítica, sino que se necesitaba presentar ejemplos prácticos y repetidos, y escribir comedias con sujeción á las reglas del arte; que no convenía contemporizar con las licencias de Lope ni con los argumentos complicados de Calderón, puesto que ambos habían tenido gran número de imitadores, á quienes se debió que el drama español, por espacio de dos siglos, se empeorase y corrompiese más y más, y, por último, que ningún hombre ilustrado y sensato debía autorizar nuevamente esos errores, porque el mal existente no había de paliarse, sino extirparse por completo.

Inútil paréceme decir que Rocchio, el molido y sin ventura, era de éstos; deslumbrado por el sello oficial que se atribuía a todas las operaciones de Esteven, se había metido con él en un negocio que prometía el oro y el moro, y más todavía: ciegamente, las manos atadas.

Pero un hombre de gusto, con la mirada habituada a la percepción de las delicadezas europeas, nota al instante cierto tinte especial: el sello del advenedizo, que no ha tenido tiempo de completar esa dificilísima educación del hombre de mundo de nuestro tiempo, capaz de distinguir, al golpe de vista, un bronco japonés de uno chino, un Sévres de un Saxe; una vieja tapicería de una moderna.

En todo impreso del demonio el sello: El robo, la injusticia y el degüello Sancionados en ley y religion; Coágulo de los vicios mas inmundos Que emponzoñara el aire de mil mundos Si no se contuviese su espansion.

11 De obra de grabador en piedra a modo de grabaduras de sello, harás grabar aquellas dos piedras con los nombres de los hijos de Israel; les harás alrededor engastes de oro. 12 Y pondrás aquellas dos piedras sobre los hombros del efod, [serán] piedras de memoria a los hijos de Israel; y Aarón llevará los nombres de ellos delante del SE

22 el cual también nos selló, y nos dio la prenda del Espíritu en nuestros corazones. 23 Mas yo llamo a Dios por testigo sobre mi alma, que hasta ahora no he venido a Corinto por ser indulgente con vosotros. 24 No que nos enseñoreemos de vuestra fe, aunque somos ayudadores de vuestro gozo; porque por la fe estáis en pie. 1 Esto he determinado en , no venir otra vez a vosotros con tristeza.

Las mujeres transparentes, deshechas, y aun las más jóvenes, con el sello de la muerte prematura. Así subió en 1874 aquella dulce y triste criatura, aquella hermana de caridad de 20 años, que volvía a Francia después de haber cumplido su tiempo en los hospitales del Senegal.

¡No puede ser! ¡no puede ser! repitió el duque poniéndose a dar vueltas por el despacho, presa al parecer de violenta agitación . Me habrán suplantado la firma. El marqués de Arbiol sonrió desdeñosamente. Traía el sello de su casa.

Por último, como apéndice y complemento de festín tan opíparo, chocolate con hojaldres, mostachones y bizcotelas. El festín fue todavía más regocijado y alegre que suculento, prolongándose hasta las dos de la madrugada. Como despedida, quiso el maestro Raimundico poner el sello y dar la conveniente firmeza a lo que allí se había concertado.