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El escultor las ha fundido en bronce o las ha dado cuerpo en el mármol; el pintor ha empleado en ellas todo el primor de sus pinceles y las más ricas tintas de su paleta; el grabador ha agotado la finura y maestría de su buril, y el músico ha buscado y hallado, para expresar sus pasiones, las melodías más conmovedoras y las armonías más profundas.

11 De obra de grabador en piedra a modo de grabaduras de sello, harás grabar aquellas dos piedras con los nombres de los hijos de Israel; les harás alrededor engastes de oro. 12 Y pondrás aquellas dos piedras sobre los hombros del efod, [serán] piedras de memoria a los hijos de Israel; y Aarón llevará los nombres de ellos delante del SE

Y nada diré de tu voz; nuestro coro pierde contigo el mejor de sus cantores. Sonrióse complacido el doncel y dijo: Á la paciencia del buen hermano Jerónimo debo también el oficio de grabador, que he aprendido pasablemente y llevo hechos muchos trabajos en madera, marfil, bronce y plata. Con Fray Gregorio he aprendido á pintar sobre pergamino, metal y vidrio.

De un libro escrito en dialecto veneciano por el grabador Boschini, han copiado unos versos, donde se refiere, que hallándose Salvator Rosa en Roma, conversando con Velázquez, le preguntó lo que pensaba de Rafael de Urbino, a lo cual, repuso, «que no le gustaba nada.

De aquí la seducción que ejerce en el observador entendido un relieve de zinc cuando es de manos bien ejercitadas en el lápiz o la pluma. Muy grande tiene que ser la destreza de un grabador para arrancar de la madera efectos iguales, y sobre todo, para imprimir con el buril ese sello de espontaneidad y frescura que en el clisé directo compensa la tosquedad del trazo.

Por desgracia, el grabador, que no era un Estévez ni un Carmona, no pudo poner cuerdas en una lira, que formaba parte de las armas de Polo; pero es un pequeño contratiempo, de que nadie hace eso.

Quedó, pues, convencido que aprendería un oficio; pero hasta en aquella ocasión excepcional descollaron sobre el enojo de Isidora sus pruritos aristocráticos, porque no consintió que su hermano fuera zapatero, ni albañil, ni cerrajero, ni sastre, ni menos peluquero; y discurriendo sobre a cuál industria le dedicaría, vino en determinar que sería grabador, es decir, fabricante de esas preciosas estampas que adornan las publicaciones ilustradas y de las magníficas reproducciones de los Museos... Para que la industria pueda hacerse pasar por noble, necesita fingir parentescos con el arte.

Láminas de santos, a quienes el artista grabador había dado nuevo martirio en sus impíos troqueles, adornaban la desnuda pared, en uno de cuyos testeros ostentaba su temerosa longitud la lanza del Gran Capitán.