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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Verdad que para obtener este resultado precioso empleaba el absolutismo puro, el régimen de terror; su genio no admitía ni aun observaciones tímidas: su ley era su santísima voluntad; su lógica, el palo. A los caracteres anémicos de la madre y los hijos no les venía mal este sistema, ensayado ya con feliz éxito en Antonio.
«Sí, hermanos míos decía muchos servicios debemos al país, a la nación, al Gobierno y las autoridades, porque no exige nuestra Santa madre la Iglesia que renunciemos en absoluto a la vida social, aunque es mejor la vida del apartamiento religioso; pero hay que andarse con cuidado en lo de la obediencia. ¡Bueno fuera que por servir los intereses de este mundo ofendiéramos al Padre, o al Hijo, o al Espíritu Santo, a la Santísima Virgen, o a cualquiera de los Apóstoles y Santos que nos han señalado el camino de la perfección, que es como un sendero espinoso a cuyo fin hay un gran jardín, que es la gloria!
Sintió la Comadreja que el brazo de Amparo temblaba, y la miró, y le halló desencajada la faz. Tú no estás bien, chica... ¿qué tienes? ¿Te da algo por la cabeza? Suéltame contestó con voz opaca la Tribuna . A donde voy no me hace falta compañía. ¡María Santísima!, ¿a dónde vas, mujer?, ¿qué es esto? ¡Que a dónde voy! Pues a apedrearles la casa, para que lo sepas.
¡Ay, qué delicados están los tiempos!... Usted, ¿qué se ha de vender? Falta que haya quien le compre. Y esto no es compra, sino socorro. No me dirá usted que no lo necesita... En fin, pa no cansar... replicó bruscamente José , si me dan la ministración... Una cantidad y punto concluido... ¡Que no me da la gana, que no me da la santísima gana!
Oyose entonces la voz de Magdalena, que decía, reprendiendo a la modista: ¡Por la Virgen Santísima! ¡Cuidado que está usted hoy torpe! ¡Vaya! ¡Deje usted que me ayude únicamente Antoñita y acabemos de una vez! Al cabo de un instante de silencio exclamó: ¿Pero qué haces, Antoñita? Y a esta exclamación siguió un ruido parecido al que se produce cuando se rasga una tela.
Lo del casamiento hacía volver á Roseta á la realidad. El día que su padre supiera todo aquello.... ¡Virgen santísima! iba á deslomarla á garrotazos. Y hablaba de la futura paliza serenamente, sonriendo como una muchacha fuerte acostumbrada á esa autoridad paternal, rígida, imponente y honradota, que se manifiesta á bofetadas y palos. Sus relaciones eran inocentes.
Y dos horas más tarde estaban sentados ambos en el gabinete, uno frente a otro, ella en el mismo pergenio en que antes se presentara, y algo fatigada... «¡Debo tener una facha...! dijo levantándose para mirarse al espejo que sobre el sofá estaba . ¡María Santísima! ¿Ve usted las pestañas cómo las tengo, llenas de polvo?». No estarían así sino fueran tan negras y tan grandes y hermosas...
Los únicos momentos felices del desdichado eran los que pasaba en oración en el ángulo de alguna iglesia solitaria: oculto detrás de un pilar, aspirando los acres olores de la cera y la humedad, escuchando el chisporroteo de los cirios y el leve rumor de las plegarias de los pocos fieles distribuidos por las naves del templo, su alma inocente dejaba este mundo, que tan cruelmente le trataba, y volaba a comunicarse con Dios y su Madre Santísima.
La hermosísima María le dijo me encomienda os dé estas limosnas, que hoy domingo son más abundantes y de mejor gusto que otro día: mucho se encomienda a vuestra memoria, y aún más a las oraciones que digáis a la Santísima Virgen.
El doctor Sarmiento dice que no tiene remedio; pero que la cosa va larga; vivirá así, tullida, más o menos, pero que eso de sanar, sólo por milagro.... Pero mira, mira, tengo mucha fe en la Santísima Virgen. Entra, Rorró, entra. La pobre Carmen se va a poner tan contenta.
Palabra del Dia
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