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Actualizado: 7 de mayo de 2025


¡Bah, bah, bah! no digo yo que a ella, allá en sus adentros, sus adentros... pero no entiendes de esto... yo te afirmo que lo que es tener, no han tenido nada, nada... si sabré yo.... Y yo también... afirmó cínicamente Pilar . Bueno, los dos acertamos... no hubo nada... pero está.... ¿cómo dicen de las palomas en el tiro? Tocada en el ala.

Entre y yo la balanza está perfectamente equilibrada. Pero, Ester, el hombre que nos ha agraviado á los dos vive. ¿Quién es? No me lo preguntes, replicó Ester mirándole al rostro con firmeza. Eso nunca lo sabrás. ¿Nunca, dices? replicó el médico con una sonrisa amarga de confianza en mismo. ¿Nunca lo sabré?

Uno, y no sabré quien, bien claro y quedo Al oido me habló, y me dixo: espera, Que yo decirte lo que quieres puedo. Es la que confiada en su fortuna Piensa tener de la inconstante rueda El exe quedo, y sin mudanza alguna.

No sabré decir más sino que una mañana, al visitar don Antonio su jardincillo, se encontró con la viajera, y al pie de ella un talego de a mil duros con un billete sin firma, en que se le pedía cristianamente un perdón que él acordó, con tanta mejor voluntad cuanto que le caían de las nubes muy relucientes monedas.

Así saldrá usted pronto de aquí; le perderé de vista, que bien lo necesito; porque usted, apreciable niño, ya iba resaltándome pesado con sus asiduidades de adorador y su muda admiración de pegajoso. Allá en Madrid se curará de tales tonterías... No me diga usted que no; no haga juramentos. ¡Si sabré lo que son los jóvenes! Usted es igual que todos.

¿No quieres revelar su nombre? Sin embargo, de todos modos lo sabré, continuó el médico con una mirada llena de confianza, cual si el destino lo hubiera decretado así. No lleva ninguna letra infamante bordada en su traje, como ; pero yo la leeré en su corazón. Pero no temas por él.

Pero venga usted acá, señor don Gil dijo Calleja, haciendo todo lo posible por engrosar la voz. ¡Si sabré yo quién es Alcalá Galiano y los puntillos que calzan todos ellos! ¡A con esas! Yo, que les calo á todos desde que les veo, y no tengo más que oírles decir castañas para saber de qué palo están hechos....

El libro está muy bien; lo que en él se dice es pura verdad, ¡si lo sabré yo!... y lo de los autores falsos y los libros inventados, todo envidia, envidia nada más... A lo que me molesta no es esto, sino que digan que el libro no es mío, que me pongan en ridículo ante el jefe, que, como usted sabe, me honró con un prólogo... Y de esto, toda la culpa es de usted, que no ha guardado prudencia, que ha hablado con el aturdimiento de la juventud y me ha puesto en ridículo, señor, en un ridículo que hace gran daño a mi carrera política.

A guisa, pues, de protesta contra tal paternidad escribo esta tradición, en la que, por lo menos, sabré guardar respetos a los fueros de la historia y la sombra de Rodil no tendrá derecho para querellarse de calumnia y dar de soplamocos a la mía cuando ambas se den un tropezón en el valle de Josafat.

Por fortuna, no hay bien ni mal que cien años dure; alguno ha de hablar conmigo, que no han de tenerme emparedado, y entonces ya sabré yo lo que me pasa, más por lo que no me digan que por lo que me quieran decir. Interrumpió á Quevedo el ruido de una llave en una cerradura, sintió pasos y una voz desconocida que le dijo: Sígame vuesa merced, señor don Francisco de Quevedo y Villegas.

Palabra del Dia

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