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Este dios jamás baja á la iglesia á oir las súplicas de sus devotos, porque su oficio nunca le da treguas, pues á todas horas tiene viandantes que pasar.

De repente, al dejar Don Juan sola á su esposa, entra en la habitación un hombre vestido de marinero: es Don Alvaro, que, no pudiendo resistir á su antiguo amor, se ha encaminado con este disfraz á Barcelona; con nuevas súplicas atormenta el corazón de Serafina, pero ella le representa con tanta energía y elocuencia lo insensato y lo vano de sus deseos, que él resuelve, por su parte, luchar con su amor, y no turbar más, en adelante, la tranquilidad de su amada.

No se oponga usted a esta divina voluntad, pues voluntad divina es en este momento la mía. La señora de Rumblar reflexionó, miró al techo, después a , luego a su hija, y al fin exhalando un hondo suspiro, dijo: La dignidad y entereza tienen su límite, y la razón no puede a veces resistir a las súplicas del sentimiento y la piedad reunidos. Asunción, puedes ir a ver a Inés. Te llevará D. Paco.

No se puede ver mayor humiliacion del ánimo delante del Señor: qué súplicas y oraciones tan fervorosas, qué lágrimas, qué esperanzas y sumisiones, qué reconocimiento del supremo dominio de Dios sobre las criaturas no se descubren en el culto y adoraciones del templo.

Mírame como lloro; no hayas pena de que ya abogue por Muley; concédeme el no dejarme, y yo alzo la mano en mis súplicas.

Conozco bien tu alma, y al verme en peligro acudo á ella. ¡Sálvame! ¡llévame contigo!... Como estaba de pie frente á él, le bastó levantar las manos para colocarlas sobre sus hombros, iniciando el principio de un abrazo. Ferragut permaneció insensible á la caricia. Su inmovilidad repelía estas súplicas.

Y volvieron á manejar las disciplinas tan vigorosamente como antes, sin atender á las palabras y súplicas de los desconocidos, quienes renunciaron á seguir contemplando aquel triste cuadro ya que no podían impedirlo, y se pusieron apresuradamente en camino. ¡Por vida de los babiecas estos! exclamó Simón.

Protejo la inocencia... yo vigilaré... No seas boba... basta que esté en mi casa para que yo la respete.... ¡Ay, ay! qué bueno es eso... mire el señor del respeto... no me fío.... Edelmira había interrumpido el diálogo y sin más se convino en rogar a la Marquesa que convidase, con reiteradas súplicas, si era preciso, al señor Magistral. Visitación lo arregló todo en un minuto. Como siempre.

»El horrible buitre que con su pico y sus garras destroza el pecho de mi hija volvía a hacer presa en ella y entonces yo, prosternado y con la frente inclinada, invocaba a Dios diciendo: ¡Dios mío, escucha mis súplicas! ¡no me abandones! ¡Si tu providencia infinita no ayuda a mi ciencia desmedrada y estéril, mi hija y yo estamos perdidos!

Terminaba el piloto su carta con las súplicas de siempre: «¿Por qué te empeñas en seguir en el mar?... Deseas una venganza que es imposible. Eres un hombre solo, y tus enemigos son millones... Vas á morir si persistes en desafiarlos. Ya sabes que te buscan hace tiempo, y no siempre conseguirás librarte de ellos.