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Miguel se humilló, se llamó bestia, se declaró indigno del amor de un alma tan elevada. ¡Oh, nunca creyera de ti!... exclamó ella al fin. Y un torrente de lágrimas se desprendió de sus ojos. ¡Perdóname! ¡No! ¡! ¡No! ¡Fue un momento de extravío! Al fin las súplicas vencieron su ánimo, y el joven quedó absuelto.

Cuenta Don Félix que en Granada ha herido mortalmente á un caballero en desafío, y que, después, accediendo á las súplicas de sus parientes, y por huir de la justicia, se ha venido á Madrid; ya en la corte, ha visto una joven encantadora, que corresponde benévola á sus pretensiones amorosas, y cuya posesión ha de hacerlo feliz.

Los primeros meses de escuela mi madre me enviaba a la Iñure, a la salida, y aunque la buena vieja no era muy severa conmigo, tenía que marchar a su lado, mientras mis camaradas campaban solos por donde querían. Después de muchas súplicas y reclamaciones, conseguí libertad para ir y venir a la escuela sin rodrigón vigilante.

Le sujetaron como a un loco, sordos a sus súplicas, indiferentes a sus maldiciones. La barca, abandonada de todo auxilio, corría a la muerte dando tumbos sobre las olas.

Ella no contestaba, abandonándose en el brazo que el capitán había pasado por su talle, dejándose arrastrar como si estuviese medio desvanecida, entornando los ojos y ofreciendo su boca. Mientras Ulises iba repitiendo súplicas y caricias, la voz de su cerebro cantaba victoria. «¡Ya está!... ¡Esto es hecho!... Lo que importa es meterla en el hotel

¿Creerás que el viejo no ha querido soltarme un centavo? ¡ni medio! No han valido súplicas ni amenazas. Le dije que me iba a pegar un tiro, y me contestó muy fresco que para él lo querría. Con ese bruto de Rocchio he tenido una agarrada y casi nos hemos pegado; ¿pues no pretende el mastodonte que le hoy mismo los cincuenta mil nacionales?

Mina le escuchaba con ojos de adoración y una pálida sonrisa de miedosa incredulidad. «No... cabina, noPor no seguir el curso de sus peticiones trémulas de deseo, le interrumpía solicitando que le indicase en español la equivalencia de ciertas palabras. Ansiaba hablar la lengua de él. No, querido suspiraba respondiendo a sus súplicas . No, mi novio... Cabina, no... Boca... boca nada más.

Vencido á poco en un combate que tuvo con los berberiscos, falto del apoyo de sus aliados, enemistado con tus hijos, te puso al borde de un precipicio, del que solo pudo arrancarte la mano de su hadjib sacando del ignorado encierro á Hescham, tu legítimo califa. Mohammad vió alzarse ante á su primo Hescham como una sombra: quiso conjurar su enojo con humildes súplicas, pero inútilmente.

Sus declaraciones me salvaron; no digo yo que de una acusación en regla, pero por lo menos de muchas impertinencias y molestias. A fuerza de súplicas logré que aquellos señores entraran en mi casa y esperasen la llegada del juzgado, que se presentó a las dos de la madrugada.

A pesar de la fortaleza y sosiego que había mostrado para rechazar las súplicas del P. Gil, su cerebro trabajaba agitado, febril. Aquella visita tan inesperada removió los recuerdos felices y aciagos que se habían depositado en el fondo de su ser, y que ya no le molestaban.