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», accediendo a mis súplicas contestó Teobaldo, hizo esta declaración para que usted se conservase casta y pura en la estimación pública; y yo separé de su frente el escándalo y el oprobio... ¿sabe usted con qué condición? ¿Sabe si prometí, en su nombre, que la mano de usted jamás se uniría a la de su cómplice? »¿Exigió usted eso? pregunté, con voz temblorosa.

Condescendió gustoso con sus súplicas, porque teniendo noticia cierta que los Jurucarés tenían gran devoción al demonio y á sus ministros, él, que tenía encendidos deseos del martirio, esperaba que se le satisfarían plenamente. Apenas se puso en camino, cuando toda la alegría festiva del pueblo se convirtió en otra tanta melancolía y tristeza.

Movido por las súplicas de Satchi y de acuerdo con los dioses, corriste por la tierra, volaste con tus alas de llamas por el aire y el éter, y hasta penetraste en el agua, tu temida madre, para encontrar a Satacrátu en su penitente y escondido refugio!

En la primavera de 1600, sin embargo, dió tal importancia Felipe III á las repetidas y vehementes súplicas que se le hicieron, que convocó una junta de hombres de estado y de teólogos, para que discutiesen las condiciones y modificaciones, bajo las cuales, en todo caso, se concedería de nuevo la reapertura de los teatros.

Tomó a la joven de la mano y la condujo al banco a pesar de las súplicas y de la resistencia de ella. Una vez sentado junto a la joven, prosiguió: Elena, he estado enfermo en Bruselas, en peligro de morir; tranquilizaos, no tembléis así. En peligro de morir repitió la joven . ¡Oh! era por eso que mi corazón estaba lleno de temores y que lloraba cuando pensaba en vos...

Entonces el majo se abatió á las súplicas, á los halagos, empleando los recursos de su ingenio en persuadirla. Todo fué en vano. La irritada joven le escuchaba inflexible y repetía con tenaz resolución: Me voy, me voy: no quiero sufrir más. Cayó al fin el guapo de hinojos y la retuvo por el vestido, dirigiéndole ruegos tan vehementes y haciéndole promesas tan disparatadas que Soledad vaciló.

Don Juan accede á las súplicas unidas de su amigo y de su esposa, cuyo tierno afecto describe el poeta de un modo muy agradable, y se encamina á una aldea próxima, en donde se mantiene oculto.

Ente tanto, la visión, a mi modo, de la casa de Tablanca, con sus montes y sus fieras y sus gentes y su desolación inverniza, no se apartaba un instante de mis ojos, porque las súplicas de mi tío, cada vez más vivas, llegaron a tocarme muy adentro; y por lo que pudiera suceder, sentía la necesidad de poner el caso en tela de juicio, que vale tanto, según las reglas de la experiencia, como empezar a transigir.

Mas no les cogió de improviso su venida á los de la Ranchería, porque dos días antes, estando todo el pueblo en sus devociones y súplicas, les dieron noticia aquellas diabólicas deidades de que venían el Padre y sus compañeros, diciendo Uracozoriso, con lágrimas en los ojos: Ya me veo obligado á buscar en otras partes otros que me adoren, porque de ésta mi iglesia me echa un grande enemigo mío, que ya se acerca: huíos también vosotros.

Todo fue inútil. La joven opuso razones a razones y un silencio firme y obstinado a las súplicas salpicadas de ternezas de su amante.