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Actualizado: 24 de octubre de 2025


Se puso el sol. Tras el breve crepúsculo vino tranquila y oscura la noche, en cuyo negro seno murieron poco a poco los últimos rumores de la tierra soñolienta, y el viajero siguió adelante en su camino, apresurando su paso a medida que avanzaba la noche.

Ni de la ciudad ni del mar llegaban más que rumores suaves que, al confundirse en el aire, formaban lánguido suspiro como si la tierra y el Océano gozasen tranquilos el placer de la siesta. Una brisa suave, fresca, sin intermitencias, acariciaba la frente de los convidados. La naturaleza ofrecía el amable sosiego, la armonía solemne que sólo se observa en los comienzos del otoño.

Se izó todo el trapo en un momento; y con el terralillo que aún duraba, aunque en la agonía, y la vaciante, comenzó el Flash a navegar hacia fuera. Como el impulso del aire era tan leve y el agua no oponía resistencia, la quilla se deslizaba sin el cortejo de espumas y rumores que Nieves echaba muy en falta.

Mudos de espanto y ansiedad estábamos todos aquí, atento el oído a los rumores de la calle, cuando sentimos que las puertas caían a golpes, y penetraba aquella soldadesca bestial, diciendo que se les entregasen todos los objetos de valor.

Se despidieron Bautista y Martín, y éste, al día siguiente, llamó a su hermana y le reprochó su coquetería y su estupidez. La Ignacia negó los rumores que habían llegado hasta su hermano, pero al último confesó que Carlos la pretendía, pero con buen fin. ¡Con buen fin! exclamó Zalacaín . Pero eres idiota, criatura. ¿Por qué? Porque te quiere engañar, nada mas.

Estremecíame el sonido de una voz humana ó de unos pasos: pero, cuando seguía solitario mi camino, oía con placer melancólico el canto de los pájaros, el murmullo de los ríos y los mil rumores que surgen de los grandes bosques. Al fin, recorriendo siempre al azar caminos y senderos, llegué á la entrada del primer desfiladero de la montaña.

Al entrar en la trinchera llegaron a sus oídos rumores vagos; el resonar de armas, el ruido de una multitud de pasos regulares; miró entonces por encima de la rampa y vio a los alemanes que llegaban provistos de largas escalas terminadas en garfios de hierro.

La noche en que se tuvo la noticia de la batalla, mi tía me sacó a caminar, para tomar lenguas, como ella decía. Las calles estaban cuajadas de gente. Corrían ya los rumores precursores de la gran noticia.

Pero abandonemos este punto tan poco espiritual. Sigue, Petrona, sigue... Pues, nada, que no se sabe nada. Rumores y más rumores, y al fin... nada. Eleuterio estuvo en el Parque, y yo creo que esto se tendrá en cuenta. Entonces estábamos de novios, y no te puedes imaginar cómo me conmoví cuando vino desde el cantón a verme, en un ratito de armisticio. Luego, al volverse al cantón, ¡qué escena!

Luchó contra la corriente durante algunos segundos con un éxito muy incierto. Sin embargo, se aproximaba poco á poco al ribazo opuesto, aun cuando la corriente continuase arrastrándolo con espantosa impetuosidad hacia las cataratas, cuyos amenazantes rumores debían entonces llenar de horror sus oídos.

Palabra del Dia

neguéis

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