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Actualizado: 24 de octubre de 2025
Ya sé lo que va usted a decirme: que su señor padre le ha ayudado a salir de apuros en muchas ocasiones, pero, ¿no ha respondido el capital en muchas otras, bajo la garantía de don Bernardino Esteven? Y esta garantía, ¿podrá ser sostenida por su padre, hoy que corren rumores que no quiero repetir? ¡Calumnias! vociferó Jacintito. Canalladas de los envidiosos.
Le corresponde de hecho y derecho». Después corrieron entre los amigos rumores malévolos respecto a él.... Dijeron que se había hecho carlista.... ¡
¡Qué de variedad en aquella aparente monotonía del sublime elemento! ¡Qué de combates y rumores en aquel abismo de inagotable vida y majestad suprema! ¡Qué de inspiraciones para el poeta, el filósofo y el artista en el seno de aquella soledad ostensible, que esconde tantos millones y millones de séres y es el mas grandioso símbolo de la omnipotencia de Dios y de la divina armonía de la Creacion!
De aquí pasó de un salto a los rumores públicos, a las bromas que a ella la daban amigos y conocidos, y a lo equivocados que andaban unos y otros en el supuesto. Fue largo el disparo y terminó de este modo: Lo que yo les digo: eso a los comparientes de Peleches, si acaso.
Pero no mucho tiempo después del fallecimiento del médico, la portadora de la letra escarlata desapareció de la ciudad y con ella Perla. Durante muchos años, aunque de tarde en tarde solían llegar algunos vagos rumores al través de los mares, no se recibieron sin embargo noticias auténticas de la madre y de la hija.
Mariano gruñía, dando a conocer, con bárbaro modo, su ardiente anhelo de ser sanguijuela. «Ea, bastante se ha charlado dijo el maestro echando un vistazo a la prensa .Palante... Sacadme esos reportes ahora mismo». Y siguió un silencio sólo turbado por los rumores de la actividad taciturna.
Salvaron la cancela, y Antoñona la cerró con tiento y sin ruido; atravesaron el patio, subieron por la escalera, pasaron luego por unos corredores y por dos salas, y llegaron a la puerta del despacho, que estaba cerrada. En toda la casa remaba maravilloso silencio. El despacho estaba en lo interior y no llegaban a él los rumores de la calle.
Tan presto oíamos el silbido lúgubre del viento, el zumbido de los árboles azotados por la borrasca, el ruido del agua al caer sobre las hojas en tenue lluvia ó en violento aguacero, el estruendo del torrente y la cascada, como la voz del ave que canta, gime ó arrulla, el grito del águila sobre las altas rocas, los indefinibles rumores del bosque umbrío, la vibracion metálica del aire desgarrado por el rayo, los rugidos del huracan y el estallido del trueno retumbante.
En la casa se apagaron al fin los rumores de la desesperación, como si el dolor, internándose en el alma, que es su morada propia, cerrara las puertas de los sentidos para estar más solo y recrearse en sí mismo.
Recordó que era la joven que había visto días antes a los pies de don Custodio junto a un confesonario del trasaltar. Aquella tarde no la había reconocido. Tenía facha de sabandija de sacristía... de cualquier cosa. Los rumores continuaban. De vez en cuando se oía el ruido de un golpe seco. Detrás de la vidriera iluminada pasaba de tarde en tarde un cuerpo obscuro.
Palabra del Dia
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