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Actualizado: 24 de octubre de 2025


Para desmentir esos funestos rumores, no hizo, durante dos años, más que negociaciones al contado. Tenía en Montretout, enfrente del bosque de Bolonia, una casa de campo encantadora, en la que sostenía un maravilloso lujo de flores.

Todos estos rumores llegaban cada vez con más consistencia a los oídos de Mutileder y le iban dando mucho que sentir y no poco que sospechar: le iban dando, permítaseme lo vulgar de la frase en gracia de lo gráfico, muy mala espina.

En épocas normales, usted pensaría como yo, Catalina; pero usted ahora está inquieta por no recibir noticias de Gaspar... Esos rumores de guerra, de invasión, que corren la atormentan y la preocupan... No duerme usted..., y lo que le dice un pobre loco lo toma por artículo de fe. No, Hullin, no es eso; usted mismo, si hubiera oído a Yégof...

Se introdujo en el grupo para saber de lo que se trataba. Solía por las tardes ir a dormir la siesta a la Mata, debajo de una gran acacia, y se placía extremadamente en escuchar horas enteras los gorjeos de los pájaros, los rumores de los árboles, el canto de los insectos.

Por la comarca corrían rumores de que Marcos Divès, en caso de que le atacaran los carabineros, no tendría el menor reparo en servirse del hacha y de la escopeta para acabar pronto; a él se le atribuían varios accidentes graves ocurridos a los agentes del fisco; pero las pruebas faltaban en absoluto.

Este discurso lleno de prudencia causó viva impresión en la tertulia. El poeta de los ojos tiernos tomó la palabra a nombre de todos y manifestó sin ningún rodeo que sólo desprecio merecían tales rumores y que al vulgo en general le gusta zaherir a las personas elevadas. Los demás hicieron coro al poeta; pero D.ª Fredesvinda se mantuvo inflexible.

Se acusaba al Magistral, a lo que podía entender, de vicios tan torpes, de tan miserables delitos, que lo grosero de la calumnia la hacía de puro inverosímil inofensiva casi. La Regenta había despreciado y hasta olvidado aquellos rumores que llegaban de tarde en tarde a sus oídos.

En las veces que en Filipinas se han sentido los rumores de la rebelión, el fraile siempre ha estado al lado de su raza. No hay ejemplo alguno en la historia de las islas en que haya aparecido ni remotamente complicado contra los suyos.

Ceñida en la ribera por lujosas arboledas, que al mirarse en las ondas sombrean las playas y terrazas, y coronada en la parte superior por las guirnaldas de sus lindos jardines y los tupidos festones de sarmientos, parece una ciudad de casas de baños y de recreo sembrada en el fondo de un jardin, rica en colorido y arrullada por los rumores del lago y las brisas generosas de las montañas que la dominan.

Se albergaba en la hospedería del Sol de Oro. Era frecuentada esa casa por trajinantes y mercaderes de leña, resonando en ella, desde la mañana a la noche, los más discordantes rumores.

Palabra del Dia

neguéis

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