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Actualizado: 24 de octubre de 2025
Esa misma mañana habíanse renovado la promesa en el bosque. Por más de una razón vio de Lerne que no podía dejar de ir al baile. Creía que su ausencia inquietaría a Juana si por acaso hubiesen llegado a sus oídos los rumores de duelo; su presencia y actitud la tranquilizarían.
Los rumores se forman así, hablando y oyendo todo el mundo simultáneamente. Pero, hijita, no hay forma de saber nada. Ya sabes que yo no soy politiquera la mujer en su casita ; pero, claro, he tratado de explorar, de averiguar algo por medio de una amiga que es muy amiga de una parienta del doctor Crotto. Nada, hijita, no he podido saber nada, porque el doctor Crotto tampoco sabe nada.
Si me faltaban las florestas vírgenes de mi patria y los mil rumores de sus cataratas, sus torrentes, sus pájaros y sus insectos zumbadores, al menos veía fisonomías hermanas, reproduciendo muchas de mi tierra natal; oia hablar en la opulenta lengua que me enseñó mi madre á balbucear; contemplaba con recogimiento las numerosas estatuas de los reyes españoles, bajo los olmos corpulentos, no porque fuesen de reyes, sino precisamente porque ellas me parecian escombros artísticos de épocas que la libertad y el progreso han trasformado profundamente, y me hacian evocar la historia de esa heróica raza ibérica que llevó su sangre al suelo colombiano para fundar pueblos que la revolucion debia regenerar y que la democracia habrá de engrandecer.
En la casa se apagaron al fin los rumores de la desesperación, como si el dolor, internándose en el alma, que es su morada propia, cerrara las puertas de los sentidos para estar más solo y recrearse en sí mismo.
¡¡¡Jhs!!! Todo se sabe. No obstante, apesar de tantas precauciones, los rumores llegaron hasta el público, si bien bastante alterados y mutilados. Eran el tema de los comentarios de la noche siguiente en casa de la rica familia de Orenda, comerciante en alhajas en el industrioso arrabal de Santa Cruz. Los numerosos amigos de la casa solo se ocupaban de ello.
La ciudad de Córdoba, entretanto, estaba agitada por los más extraños rumores; los amigos del joven que ha venido por casualidad en compañía de Quiroga, y que se queda en Córdoba, su patria, van en tropel a visitarlo. Se admiran de verlo vivo y le hablan del peligro inminente de que se ha salvado.
Su ira entonces se deshizo en palabras desbordadas y frenéticas que impusieron silencio a los rumores de la plebe.
No transcurría semana tal vez, sin que la villa se estremeciese con las idas y venidas de los padrinos, los rumores de las conferencias celebradas en los ángulos de los cafés, las actas que inmediatamente se publicaban en el Faro y en los periódicos de Lancia. Porque de veinte pendencias las diez y nueve se terminaban con un acta para ambas partes honrosa, suscrita y firmada por los padrinos.
A ambos lados de la ladera de enfrente, el resplandor de los disparos pasaba como la luz del relámpago, iluminando ya una vieja encina, ya el negro perfil de una peña, ya un pequeño matorral, y los grupos de hombres que iban y venían como en medio de un incendio. Se oía a dos mil pies más abajo, en las profundidades del desfiladero, sordos rumores, galope de caballos, clamores y voces de mando.
Sin poder apartar sus ojos de esa vaga silueta, el inspector general se dejó dulcemente deslizar hacia las mayores profundidades del recuerdo, y escuchando los nocturnos rumores de los campos y de los bosques fue perdiendo poco a poco la noción de los días y de los años...
Palabra del Dia
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