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Actualizado: 14 de julio de 2025
2 y dijeron a Jeremías profeta: Caiga ahora nuestro ruego delante de ti, y ruega por nosotros al SE
La Sala de Buenos Aires le ruega, le suplica que continúe haciendo sacrificios por la patria; Rosas se deja persuadir, continúa tan sólo por seis meses más; pasan los seis meses y se abandona la farsa de la elección. Y, en efecto: ¿qué necesidad tiene de ser electo un jefe que ha arraigado el poder en su persona? ¿Quién le pide cuenta temblando del terror que les ha inspirado a todos?
Mientras hablan los dos, vuelve la mujer misteriosa; laméntase en voz alta; póstrase en tierra ante Don Rodrigo, y le ruega que auxilie á la mujer más desdichada del mundo, contándole lo siguiente. Casada joven con el duque de Sajonia, y sin darle motivo alguno de sospecha, ha sido desde un principio víctima de su desconfianza y de sus celos.
El señor de Avrigny no se había equivocado en sus presunciones: de Ville d'Avray a París, había aún poca distancia. «Me ruega usted, Antoñita, que la entere de todos los pormenores relativos a la convalecencia de Magdalena, y me explico su curiosidad: no le basta saber que está mejor, sino que quiere saber cómo ha recobrado la salud.
Pues ved ahí, que mi señora es quien os ruega que vayáis á su aposento. Pues tirad adelante, don rodrigón, consuelo de contrahechos. ¡Bah! tengamos la fiesta en paz, tío, que no sois vos ciertamente quien puede hablar de corcovas; y vamos adelante, que mi señora espera. Pues adelantemos.
Déjase persuadir el joven, y ruega á su padre que le entregue su parte de herencia para viajar; opónese á ello el padre, porque lo prefiere á todos sus demás hijos, pero al fin presta su consentimiento. Pronto se ve á Damasceno corriendo el mundo con ostentación y alegría, acompañado de numeroso séquito, en el cual se cuentan el Deleite, la Locura, la Adulación y otros vicios.
Magdalena... Y la abuela, suspirando fuertemente, me miró con tierna piedad. No me comprende, es seguro, y yo no la comprendo tampoco. He recibido hace un momento prosiguió la abuela, una esquela de nuestro notario y amigo el señor Boulmet, que me ruega que le reciba a las dos. No me oculta que su visita tiene por objeto un proyecto de matrimonio... ¡Oh! no, no exclamé con espanto. ¡Ah!
¿Lo veis, don Francisco? ¿Lo veis? me llaman. Allá voy, allá voy, señora mía. Y se acercó al torno. La señora abadesa os ruega que subáis al locutorio. Allá voy, allá voy, madre tornera; ya lo oís, don Francisco. Y Montiño tomó por las escaleras como quien escapa. Andad, que aquí os ospero dijo Quevedo.
A la conclusión aparece la Tragedia, que ya ha recitado el prólogo; explica la moral de la pieza, y ruega á los espectadores que la aplaudan.
En el momento en que Pierrepont se presenta, la señora de La Treillade va a salir, muy ocupada con la instalación de su hija, y ruega a aquél que la dispense si lo deja solo con su hija y miss Eva.
Palabra del Dia
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