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Actualizado: 14 de julio de 2025


Cuéntase de los Castilla, para comprobar lo ensoberbecidos que vivían de su alcurnia, que cuando rezaban el Avemaría usaban esta frase: Santa María, madre de Dios, parienta y señora nuestra, ruega por nos.

Para el corazón atribulado que tiembla y espera, los tiempos no han variado, y en medio de la obscuridad de la noche, la que llora y ruega ve en el faro el altar y el mismo Dios. G

Y tu tía, ¿qué dice? Mi tía... tiene paciencia... pero a ti te reclama a voz en grito, y para anticiparse a cualquier objeción te ruega que vayas con Marcelita, que hará allí buena provisión de salud corriendo en los bosques. Aunque demostrando su agradecimiento, manifestó Fabrice dudas y empacho en admitir las ofertas de la baronesa.

Aunque el judío grita, ruega y brujulea, ¡ni un testigo!... Nadie ha visto nada... Afortunadamente, dos de sus correligionarios pasan entonces por la calle, con las orejas gachas, arrimados a las paredes. El judío los ve. ¡Pronto, pronto, hermanos! ¡A prisa, al agente de negocios! ¡A prisa, al juez de paz!... Ustedes lo han visto, ustedes... ¡Han visto que han maltratado al viejo!

¿Y aunque así fuese, amiga? ¿Que si distinguir a primera vista un caballero? ¡Que si acierto a saber que entre un millar de entes tradicionales, cortados por un mismo patrón, incorrectas ediciones de sus abuelos como Enrique Robinson, por ejemplo, no encontrarías un solo caballero original, independiente, individualizado como tu Príncipe!... ¡Acuérdate, amiga, y ruega al cielo que realmente sea de veras tu Príncipe!

, un oficial de húsares, que me quería antes que yo naciese. ¡Ah! ahí está el secreto, seguid hablando, Elena. Pues bien, fué él quien la mandó hacia aquí; y cuando Marta ruega por se le aparece a menudo, y siempre le ordena que me quiera mucho. Es singular, no lo comprendo, pero es cierto, porque lo dice Marta, y lo que ella dice... Una grosera carcajada vino a interrumpirles.

¡Ah! ruega por tu pobre madre, que tiene tanta necesidad de perdón exclamó la señora de Latour-Mesnil arrodillándose y ocultando su frente entre las manos. ¡Madre, madre mía! dijo Juana levantándola con fuerza, y estrechándola contra su corazón. ¿Qué tengo que perdonarle? ¿no me he engañado yo también?

Del Eco del Comercio del martes 26 de Diciembre de 1837 trasladamos las siguientes observaciones. Un suscriptor nos ruega que demos lugar á las siguientes líneas.

La muchacha levantó la cabeza y con cierta compasión dijo: La señorita ruega á la señora que entre en el salón. Herminia no respondió y abriendo la puerta del salón encontró leyendo á la señorita Guichard. ¿Sales, hija mía?, preguntó la solterona con una perfecta tranquilidad, como si nada hubiera pasado entre las dos aquella misma mañana. , tía mía; si usted no tiene inconveniente.

Supone que es obra del orgullo; pero al fin la celebra. Mas no por eso te excita á que consumes el sacrificio. Afirma que será inútil, y te ruega que no le hagas.

Palabra del Dia

malignas

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