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Actualizado: 13 de junio de 2025


El paje entonces se escabulló sin saber cómo, y Mutileder se encontró frente a frente de una anciana y venerable dueña, la cual, con voz meliflua, le dijo: Sígueme, hermoso. Y Mutileder la siguió, algo ruborizado del intempestivo requiebro.

Su facilidad de fisonomista le hizo reconocer inmediatamente a Juanito. Siéntense ustedes... siéntense dijo con su voz reposada, que marcaba grandes pausas entre sílaba y sílaba . ¿Qué hay, pollo? ¿Qué le trae a usted por aquí? El dependiente estaba ruborizado y se expresaba con dificultad, impresionado por la mirada del grande hombre.

Y la esposa de Reynoso señalaba enérgicamente el suelo con su índice. Las mejillas de Tristán se tiñeron de carmín. Bueno: ¿se pone usted colorado? Mejor, así se demuestra que le queda todavía un poco de vergüenza... Saque usted el pañuelo y póngalo debajo que se va a manchar los pantalones en la arena. Tristán se arrodilló delante de su novia sonriente y ruborizado.

Pero Flavia, que no se avergonzaba de su amor, radiantes los ojos y ruborizado el rostro, tendió su mano a Sarto. Nada dijo, pero a nadie que haya visto a una mujer en la exaltación producida por el amor, podía ocultársele lo que aquel ademán significaba.

La pobrecilla, al ver rendido a sus pies al joven más rico y más apuesto de la villa, dejaba escapar por todos los poros de su lindo rostro ruborizado, el gozo íntimo que le embargaba. ¡Qué sonrisas, qué gestos tan expresivos! Las muchachas de la población la miraban con expresión de burla. Aquellas miradas decían: «Goza, goza un poco, infeliz, que pronto vendrá el desengaño».

Le abrazó con efusión y ya ruborizado, el buen señor, por el egoísmo con que aceptaba la renuncia de su querido hijo: Casi no la conoces, exclamó, y olvidarás fácilmente á esa joven ... ¡Bah! Ya buscaremos otra, aun más bonita y que no dependa de la atroz Clementina ... Si supieras.... No quiero saber nada; creo á usted bajo su palabra.

Montiño la veía luchar con una fascinación amorosa. La veía sufrir. Los ojos de Dorotea se bajaban y volvían á levantarse para mirar á Juan Montiño con más insistencia de una manera más elocuente. La despechaba el no poder encubrir la impresión que la causaba el joven, y su semblante se encendía en rubor. Acaso hasta entonces no se había ruborizado Dorotea.

Antes de salir se volvió hacia Enrique, que aún continuaba sentado, y le dijo severamente: ¿Por qué te has dejado esas ridículas patillas de torero? Me estorbaba la barba contestó el alférez humildemente, un poco ruborizado.

Aunque las palabras iban dirigidas al conde, Octavio miraba al decirlas á la condesa con la misma sonrisa en los labios y un poco ruborizado, sin duda, de haber hablado tanto tiempo. El conde le observaba cada vez con más curiosidad. Usted es muy joven, y no me sorprende que se aburra en Vegalora. Me parece, sin embargo, que exagera un poquito. No exagero, conde, no exagero. Es un pueblo fatal.

Los dos se comunicaban sus noticias. Doña Luisa casi repitió textualmente los párrafos de sus cartas, tantas veces releídas. Argensola se abstuvo modestamente de enseñar los textos de las suyas. Los dos amigos empleaban un estilo epistolar que hubiese ruborizado á la buena señora.

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