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Actualizado: 21 de octubre de 2025
Cupido llama... Hasta la vista. Y le empujó al balcón, a cuyos hierros estaba agarrado el barbero sosteniendo la barca. Salta, Rafael dijo Cupido. Apóyate en mí; el agua desciende y la barca está muy baja. Rafael se deslizó en su bote blanco, manchado por el agua rojiza. El barbero movió los remos; comenzaron a alejarse.
Esta barranca se componia; de dos varas de arcilla cenagosa amarilla rojiza, un poco untuosa y en la que no vi resto alguno de cuerpos organizados; de una capa de seis varas de arena muy fina, frecuentemente entremezclada con arcilla y con arcilla hornaguera negruzca.
Febrer quiso mirar el reloj, pero sus manos no obedecían a su voluntad. Ya no brillaba en la sombra la punta rojiza del cigarro. Su cabeza había acabado por caer sobre la almohada; sus ojos se cerraron: oyó gritos de reto, tiros, maldiciones, pero esto fue en un estado anormal, como si viviese en otro mundo, donde los insultos y los ataques no despertaban su sensibilidad.
Otras veces, en cambio, dejándole hablar sin oírle y abstrayendo su espíritu, fijaba sus grandes ojos en los muros de la ciudad, cuya sombra, torreada y rojiza se contorneaba hacia la parte opuesta del valle, cual inmensa corona de hierro. Soñaba, entonces, que él era llamado a cubrirla algún día de nueva honra cristiana, hasta ser aclamado por el primero de todos en el valor y el renombre.
Maltrana se fijó en su camisa de tela burda, que asomaba el cuello por encima de varias vueltas de una corbata obscura. El punto negro y bullidor de un parásito movíase entre el borde del lienzo y la piel rojiza de su cuello. No necesito más allá de un real para vivir continuó el devoto con cierto orgullo . Nunca he comprado un periódico, ni sé lo que es tener una caja de cerillas.
Así, salté de mi hamaca, convidé á dos amigos y me fui á tierra, tomando la direccion que nos indicaban el canto mismo y una luz rojiza que brillaba entre las sombras espesas de la selva. La playa estaba desierta y ni un solo boga dormía sobre las toldas de los champanes amarrados á una ancla de hierro y algunos gruesos troncos.
Los caballos, al ver de lejos al enemigo y husmearle, alzáronse de manos y comenzaron a dar botes, relinchando bajo la firme diestra de los jinetes. En el centro del cerrado agrupábanse los toros. Unos pastaban mansamente o estaban inmóviles sobre la verdura un tanto rojiza del prado invernal, con las patas encogidas y el hocico bajo.
En las corroídas masas de hierro del castillo y en los gallardetes que ondean en los barcos que de continuo hacen carga en la ensenada de Calilayan, se ve la síntesis de dos civilizaciones; la primera está escrita á la rojiza tea de la morisma, la segunda registra sus anales en las serenas y tranquilas regiones del trabajo.
Es una vasta muralla, monumental y bárbara, de un negro obscuro, extendida hasta perderse de vista, y destacándose con la arquitectura babilónica de sus puertas de techos curvos, sobre el fondo sangriento de la púrpura del sol poniente. A lo largo, hacia el norte, en medio de una nube rojiza, veíase, como suspendidas en el aire, las montañas de Mongolia.
¡Me decía eso y me creía casi justificada, aun ante mi propia conciencia, ciega de mí! Y el crepúsculo volvió: el sol poniente abrasó una vez más el horizonte por encima de la ciudad, arrojando por las ventanas, a las habitaciones, su luz rojiza.
Palabra del Dia
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