Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 1 de junio de 2025
«¡Era natural! debía huir, ¿con qué derecho iba él a procurar la muerte del hombre que le había perdonado la vida aquella mañana y a quien él había robado la honra? Huiría; al día siguiente, sin falta tomaría el tren». Ya lo esperaba Frígilis, que sabía a qué atenerse respecto del valor de Álvaro. Como que había sido testigo de aquel duelo misterioso, a que aludían los socios del Casino.
Todo el mundo lo desprecia a usted, no al que le dio. ¿Le faltan a usted su mujer, su hija, su querida? Ya no tiene usted honor. ¿Le roban a usted? Usted, robado, queda pobre, y, por consiguiente, deshonrado. El que le robó que quedó rico, es un hombre de honor. Va en el coche de usted y es un hombre decente, caballero.
Era una ocupación de señor. Al ver llegar á su mujer con los ojos asombrados y el pobre pecho jadeante, Pimentó cambió de postura para escuchar mejor, recomendándola que no se aproximase á las varitas. Vamos á ver, ¿qué era aquello? ¿Le habían robado la vaca?... Pepeta, con la emoción y el cansancio, apenas pudo decir dos palabras seguidas.
¡Dios ayude al bolsillo de su majestad! ¡Otros diez años de cocinero, solo, triste, viejo!... ¡Otros diez años para reunir la décima parte de lo que me han robado! exclamó Montiño con desesperación. Y no habló una palabra más hasta llegar á las cocinas. Ni allí habló otras palabras, que las referentes al servicio.
Pablillos habíale tomado ya el sombrero y los guantes y, al quitarle la capa, exclamó como espantado: ¿Hanle robado a vuesa merced la cadena? ¡Vive Dios! Fuese la soga tras el caldero, Pablillos. ¿La jugó también vuesa merced? Juguela. ¿Vuesa merced ha perdido entonces todo su caudal? Todo. ¡Ah, cuánta desgracia! ¿Y cómo habré de comprar las provisiones para mañana y los días venideros?
Poco me costó que hablase. Era parlanchina, locuaz, imprudente, de lengua demasiado suelta, culpas atenuadas por el afán de contar la caída desde una posición acomodada hasta la más dura pobreza: pero en el fondo de su palabrería y su exceso de charla latía algo terrible. ¡Mi marido había robado al suyo veintidós mil duros! La historia es sencillísima. Su esposo era procurador.
Cuando entró de nuevo en el Saloncillo, grandemente perturbados halló a sus cotidianos tertulios con la nueva que acababa de traer Severino el de la tienda de quincalla: «¿No saben ustedes lo que pasa, señores?» Todos se levantan y le cercan. El comerciante habla visiblemente conmovido. Esta noche han robado y asesinado a don Laureano. ¿Qué don Laureano, el de la quinta?
Amigo, cuando no dan más en la puja, hay que decir lo del otro gitano del cuento... Se confesó de haber robado tres pesetas, y el cura le dijo: «¿No te da vergüenza, infeliz, de condenarte por tres miserables pesetas?...» «¿Y qué quería usted que jiciese, si no había más?...»
Yo fuí de parecer contrario, y, quizá por tenerle bueno, en esto nos socorrió el cielo, como después diré, aunque primero quiero deciros que este navío era el de los cosarios que habían robado a mi hermana y a las dos recién desposadas pescadoras.
Ha permanecido soltero y se ha absorbido cada vez más en trabajos que le han robado por completo los días y aun con frecuencia las noches; ha llegado el primero a la oficina, ha salido el último, ha comido en el restaurant o en cualquier mesa oficinesca y no ha entrado en su casa sino para dormir.
Palabra del Dia
Otros Mirando