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Actualizado: 18 de junio de 2025
Sale la costurera con un andar leve, como si temiese que la muerta se despertase. Doña Moncha reza en voz baja todo el tiempo que permanece sola, y la estancia oscura se llena de misterio con aquel vago murmullo de rezo que se junta al chisporroteo con que los cirios se derraman sobre los candeleros de bronce.
Despues se desayunaban, y marchaban cantando la letania de la Virgen, y despues de ella rezaba el Padre Cardiel el itinerario clerical. A la noche rezaban el rosario, y cantaban la Salve: y para el rezo de mañana y tarde, y para hacer cargar las mochilas y caminar, hacia el Padre señal con una campanilla que servia de tambor.
Rezó con fervor los quince misterios, y cuando creyó que la sombra le permitiría caminar por las calles sin ser reconocido, se dirigió a la ciudad, entrando a ella por la puerta vecina y yendo a situarse a pocos pasos de la casa de Beatriz. Esperó mucho tiempo. De pronto, un bulto humano rozole y pasó. Algo después vio llegar una ronda.
Juanita cosía o bordaba; pero como esto se hace con las manos, su lengua quedaba expedita y charlaba más que una cotorra. Yo añadía Juana la Larga no coso ni bordo de noche, porque tengo la vista perdida, y así estoy mano sobre mano o paso las cuentas de mí rosario y rezo. Si alguna vez está usted de mal humor, podemos echar juntos cuatro o cinco manos de tute, que yo sé que a usted le agrada.
Mire usted que no me deja vivir... Todos los días viene tres veces. La noche que me dieron el Viático, en el momento aquel, miré para este lado y lo primero que vi fue a Ramsés II, con una vela en la mano. ¡Cómo me miraba el infeliz!... Creo que no me morí de tanto como rezó Villaamil, pidiendo a Dios que viviera. Podrá ser... No le olvidaré. Abur, abur.
A veces parecía prestar atención á algo que pasaba fuera del cuarto; salía, se paraba en la puerta poniéndose en escucha, volvía á entrar, se sentaba de nuevo, cogía el libro santo, leía un poco, pasaba con la vista hojas enteras, miraba á Clara, murmuraba un rezo, cerraba el in folio, lo volvía á abrir, y así sucesivamente.
Ya el crepúsculo en la noche lentamente se va hundiendo; con más esplendor la luna brilla en el límpido cielo, y en la inmensidad perdidos resplandecen los luceros. Es ya tarde: cuidadosa, sin duda en ferviente rezo, la infeliz Ayela aguarda al hijo que es su consuelo, su solo amor en el mundo, su solo dolor acerbo.
Don Marcelo, que había considerado siempre con indiferencia á la religión, reconoció de pronto la necesidad de la fe. Quiso orar como los otros, con un rezo de intención vaga, indeterminada, comprendiendo en él á todos los seres que luchaban y morían por una tierra que él no había sabido defender.
Solo ya, sacó Julián de entre la camisa y el chaleco una estampa grabada, con marco de lentejuela, que representaba a la Virgen del Carmen, y la colocó de pie sobre la mesa donde Sabel acababa de depositar el velón. Arrodillóse, y rezó la media corona, contando por los dedos de la mano cada diez.
Como un rezo en la boca llagada del leproso. La capilla. Don Farruquiño aparece en el presbiterio, sentado en un escaño con espaldar de viejo y noble belludo, orlado por grandes clavos de bronce. Enfrente se abre el arco de la tribuna, donde se sume la figura negra y bruja de Andreíña. ANDREÍ
Palabra del Dia
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