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Actualizado: 27 de julio de 2025
Pero cuando se entraba en el terreno de las grandes culpas colectivas, cuando se tocaba a los sagrados mandamientos o al dogma, su corazón se cerraba como un puño. Impregnado, desde joven, del espíritu del Antiguo Testamento, vibraba él mismo esa justicia rencorosa, inexorable, tremenda, que parece rugir como un trueno a través de los versículos.
Tú eres un señor que permanece tranquilo en su palacio, con todas las comodidades que pueden obtenerse en la época presente, sin correr peligro alguno, mientras media humanidad llora, sufre hambre, se desangra ó muere. El otro, siempre sumido en su asiento, dijo con voz sorda y rencorosa: Me ha insultado... ha querido abofetearme. He detenido su mano junto á mi cara.
No pienses más en irte á Medina, ni en que esas manos de cera trabajen para comer: casa tienes en Cádiz, y mientras yo viva tan señora serás en ella como la reina en su palacio... El mismo silencio obstinado por parte de su compañera. Dí, ¿no quieres venirte conmigo? ¿Serás tan rencorosa como todo eso? profirió ansioso y acongojado.
Pero yo, que estaba más cerca que él de la fiera y mereciendo los honores de su mirada rencorosa como si a mí solo quisiera pedir cuentas de los horrores cometidos allí con su familia, sin hacer caso de consejos ni de mandatos, apunté por encima de Canelo, que defendía valerosamente la entrada y a riesgo de matarle, disparé un cañón de mi escopeta.
Su alma rencorosa hubiera llegado a la aceptación de las nuevas ideas, no por convencimiento sino por venganza, porque estaba harto de clérigos, harto de absolutismo, harto de camarillas, harto de su hermano, y si viviera más, hubiéramos visto un liberalismo verdugo, como antes vimos una teocracia cazadora de hombres. El Rey empleaba largas horas escribiendo al Infante.
En una palabra, Ruiloz iba a penetrar en el alma de Julia: si ésta procuraba la muerte de Clotilde, era señal de que seguía enamorada de Javier, o de que sin amarle era rencorosa hasta la perversidad, e indigna de ser querida; si lo contrario, demostraría primero que su corazón era incapaz de venganza, y tal vez que su amor a Javier era sentimiento extinguido.
El pobre «rey» conoció una reina que no había sospechado nunca: injusta, rencorosa, sarcástica, propensa á encontrar malo todo lo de su marido. Una mañana, á la hora del breakfast, por una discusión insignificante, la misma mano que había disparado varios tiros en el Puerto Viejo de Marsella agarró un plato y lo arrojó contra la cara del hombre célebre. La porcelana se hizo pedazos, hiriéndole.
Cogía el molusco, lo sacaba con un palito, se lo metía en la boca, chupaba después el agüilla contenida en la cáscara, y al hacer esto dirigía una mirada rencorosa a Frasquito Ponte; luego dejaba la cáscara vacía y cogía otra llena, para repetir la misma función, siempre a compás, con igualdad de gestos y mohines al sacar el bicho, y al comerlo, con igualdad de miradas: una de simpatía hacia el caracol en el momento de cogerlo; otra de rencor hacia Frasquito en el momento de chupar.
Si realmente estuvieses sola dijo con voz rencorosa , yo podría aguardar, y tal vez el tiempo acallase esos escrúpulos absurdos que te atormentan. Pero tu soledad es mentira. Un hombre entra á todas horas en tu casa como si fuese suya, mientras yo debo alejarme, según dices, para que recobres la tranquilidad.
Cesaban las risas, se entenebrecían los rostros, y el capitán Valls paseaba en torno sus ojos de ámbar, respirando satisfecho, como si acabase de alcanzar un triunfo, mientras el pequeño volumen volvía a ocultarse en su bolsillo. Una vez que Febrer figuraba entre los oyentes, el marino le dijo con voz rencorosa: Tú también estabas allí. Es decir, tú no.
Palabra del Dia
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