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Actualizado: 27 de julio de 2025


La pureza de su alma, la bondad de su corazón le impidieron caer en los aborrecibles defectos de la gente mojigata. No gustaba de murmuraciones ni de chismes, y jamás tomó parte á favor ni en contra de las distintas camarillas que se disputaban con ensañamiento el predominio de la sacristía.

D. Gerónimo Zolivera, nació en Barbastro, electo Obispo de Teruel, tomó posesión en 20 de Abril de 1683, fue a Zaragoza diputado del Reino en 1685: en sus días se reedificó la nave mayor de la Catedral de Teruel, a él se debe la capilla que hay frente a la nave izquierda dedicada a María Santísima, enriqueció la sacristía con varias alhajas, y a sus espensas hízose un magnífico aparato fúnebre con terno, cubierta de tumba y blandones para los Oficios de Difuntos; perfeccionó la obra de la casa Episcopal, formando una portada de buen orden de arquitectura en donde se ve el escudo de sus armas, todo de piedra: en sus días edificáronse también los graneros de Camarillas y la Puebla para la recolección de los frutos de la Mensa episcopal: murió en 28 de Marzo de 1700, y su corazón fue depositado en su capilla, llamada vulgarmente el Diario.

Yo vengo aquí, sin más autoridad que la del limpio corazón enamorado de lo sublime, a rememorar, siquiera sea brevemente, la vida meritísima y gloriosa, la vida llena de infinitas ternuras y cruentos martirios de ese enorme soñador melancólico, caballero de todas las justicias, que sufrió por la patria al través de los años de su existencia, cuanto hombre puede sufrir, y cayó desplomado de su corcel de guerra, para no levantarse jamás, como un Aquiles de poema, en la trágica hermosura del combate, peleando como simple soldado por la libertad, en un luminoso mediodía de mayo.... Yo vengo aquí a recordar sus doctrinas, su bello y magnífico ideal: la República con todos y para el bien de todos, la República de «ojos abiertos» y sin secretos, la República equitativa y trabajadora, ancha y generosa, altar de sus hijos y no pedestal de ellos, la República cuya primera Ley fuera el amor y el respeto mutuo de todos los derechos del hombre, la República culta, con los libros de aprender al lado de la mesa de ganar el pan, la República con su templo orlado de héroes, la República sin camarillas, sin misterios y sin calumnias, ¡la República! y no la mayordomía espantada o la hacienda lúgubre de privilegios y monopolios irritantes; la República justa y real en donde fuera un hecho el reconocimiento y la práctica de las libertades verdaderas.

El objeto que allí reunía á los ilustres personajes era tratar de los medios que podían emplearse para impedir las frecuentes conspiraciones de Palacio. Pueden burlarse las cábalas de un partido, de dos; pero contra las del Soberano, símbolo de legalidad, ¿qué fuerza puede tener un Ministerio? Si hay algo más terrible que la anarquía, son las camarillas.

Su alma rencorosa hubiera llegado a la aceptación de las nuevas ideas, no por convencimiento sino por venganza, porque estaba harto de clérigos, harto de absolutismo, harto de camarillas, harto de su hermano, y si viviera más, hubiéramos visto un liberalismo verdugo, como antes vimos una teocracia cazadora de hombres. El Rey empleaba largas horas escribiendo al Infante.

Palabra del Dia

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