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Los víveres y los demás objetos que contenía habían desaparecido igualmente. Sólo habían dejado allí un remo roto y, por lo tanto, inservible, y algunos trozos de cuerda. ¿Y qué hacemos ahora? se preguntó Van-Stael que parecía anonadado. ¿Quién nos llevará ahora a Timor? ¡Miserables! ¡Hasta los instrumentos náuticos nos han robado! ¡No nos han dejado ni siquiera una galleta! dijo Cornelio.

A la chalupa no le fué posible embestir la barra por donde nosotros, por la mucha mar que podia sumergirla, y dió vuelta á los bajos, y desde afuera á remo vino á amarrarse á nuestro costado con mucho trabajo, y á no tener tan buena gente no lo hubiera logrado, ni tampoco entrar en el Rio Negro.

Pero aquí se ven latir las sienes y se siente correr la sangre bajo esa piel bronceada. La pérdida de este trabajo hubiera sido para una calamidad irreparable. Está destinado á la iglesia de San Remo y esta tarde fuí con mi hija para ver si ajustaba bien en el marco de piedra que allí lo espera. Me demoré más de lo que esperaba, cerró la noche y ya sabéis lo que sucedió después.

Atacada nuestra galera por cinco fustas de Aga Mahamud había perdido mucha gente. Apenas quedaba esperanza de salvación. La chusma de forzados, moros y gentiles, que estaba al remo empezó a rebelarse, gritando en su lengua a los de las fustas que se acercasen sin temor, que ya poca resistencia hallarían y que ellos procurarían ayudarlos y salvarse.

Y, como ya habréis, señores, oído decir que el Uchalí se salvó con toda su escuadra, vine yo a quedar cautivo en su poder, y solo fui el triste entre tantos alegres y el cautivo entre tantos libres; porque fueron quince mil cristianos los que aquel día alcanzaron la deseada libertad, que todos venían al remo en la turquesca armada.

Garrote empezó por desperezarse, estirándose tanto que cada remo parecía dispuesto a arrancarse por mismo del tronco y a caer al suelo por los lados de la cama. Las contracciones de la cara y el crujir de huesos eran como si el hombre despertase, más que del sueño de una noche, de un encantamiento de siglos.

Si algún obstáculo se presenta, si los troncos se detienen sobre un banco de arena ó una roca oculta, los atletas caribes, de músculos poderosos y ancho tórax de bronce, ponen bien pronto á flote el convoy entero, y cuando llegan á la playa donde los esperan grandes navíos, un fuerte movimiento con el palo que les sirve de remo basta para abordar.

Tomá, Rosalindo, para que me lleves un cirio detrás del Señor. El y yo sabemos lo mucho que le debo. Todos mostraban una fe inmensa en este Cristo que había llegado al país poco después de los primeros conquistadores españoles, á través de las soledades del Pacífico, en un cajón flotante, sin vela ni remo, el cual fué á detenerse en un puerto del Perú.

Pero como el buen Montiño sabía demasiado que el señor Gabriel Cornejo había sido perseguido por la justicia, salpimentado más de tres veces por ella, puesto por sus méritos en exposición pública más de ciento, para ejemplo de la buena gente, y compañero íntimo de un banco y de un remo durante diez años, guardábase muy bien, sin duda por modestia, de decir á nadie que conocía á tan recomendable persona, y mucho más de que le viesen en conversación con ella.

La lancha resistió felizmente; pero iban señoras y niños dentro, cuyos gritos de terror me llegaron al alma. «No se asuste, blanco», me dijo uno de mis marineros, negro viejo que no hacía nada, mientras sus compañeros se encorvaban sobre el remo. Sonrío hoy al recordar la cólera pueril que me causó esa observación, y creo que me propasé en la manera de manifestársela al pobre negro.