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Actualizado: 12 de junio de 2025
En el Círculo Caballista, reían los señoritos al comentar las hazañas de aquella pareja. ¡Pero qué buena sombra tenía Luis! ¡Qué gran mujer la Marquesita!...
Chocaban los vehículos, y cuando los conductores, á impulsos de la costumbre, iban á injuriarse, intervenía el gentío y acababan por darse las manos. «¡Viva Francia!» Los transeuntes que escapaban de entre las ruedas de los automóviles reían, increpando bondadosamente al chauffeur. «¡Matar á un francés que va en busca de su regimiento!» Y el conductor contestaba: «Yo también partiré dentro de unas horas.
Los que habían comprado á la señora salieron de la tienda y entraron en un coche de lujo. ¡Cómo reían los tunantes! Hasta el más pequeño, que era el más mimoso, se permitía tirar de los brazos á la desgraciada muñeca, á pesar de tener él para su exclusivo goce variedad de juguetillos propios de su edad. Las personas mayores también parecían muy satisfechas de la adquisición.
Estaban ebrios, y los más intrépidos se reían de los pucheros de los desanimados... De improviso hubo entre los combatientes de uno y otro ejército un movimiento de sorpresa. Oyose una voz, dos, veinte, que dijeron «¡Pecado!», y cien ojos se volvieron hacia el barranco.
Estas reían y le señalaban con gesto despectivo a los demás hombres, que reían también... ¡Ah, España! ¡País de desilusiones, donde todo era pura leyenda, hasta el coraje de los héroes!... Gallardo bebió más y más. Las mujeres, que antes se lo disputaban, asediándolo con sus caricias, volvíanle la espalda, cayendo en brazos de los otros hombres.
El capitán de la Vertrowen y yo nos echamos por aquellas calles; había por todas partes olor a aceite frito y humo de castañas asadas. En los bancos de las plazas, gente sentada pacíficamente descansaba; algunos obreros, endomingados, pasaban en coche, tocando la guitarra y cantando. Los chiquillos se reían de nosotros.
Jacinta estaba contenta, y su marido también, a pesar de la melancolía llorona del paisaje; pero como había otros viajeros en el vagón, los recién casados no podían entretener el tiempo con sus besuqueos y tonterías de amor. Al llegar, los dos se reían de la formalidad con que habían hecho aquel viaje, pues la presencia de personas extrañas no les dejó ponerse babosos.
Mientras decía esto, iba saludando a los circunstantes con semblante furioso. Pero como todos sabían a qué atenerse, reían. Era una mujer metida en carnes, los cabellos artificialmente rubios, los ojos un poco saltones, pero hermosos, la boca fresca y sensual; una mujer agradable, en suma, que había tenido y que seguía teniendo, a pesar de sus años, muchos apasionados.
Llegaron de nuevo los felices días del vino a la francesa, y con ellos el buen humor, las largas siestas, y el pasito de gavota al cruzar el puente de Aviñón. Sin embargo, desde su aventura dábanle muestras constantes de frialdad en la ciudad; los viejos movían la cabeza, los niños se reían señalando al campanario.
Rodeado de muchachas que me quieren como si fuese su papá. Reían los amigos del tono bondadoso con que hablaba el calavera de sus inocentes diversiones con el rebaño de vendimiadoras. Además, gustaba de quedarse en la viña por el fresco de la noche. Esto es vivir, señor Fermín decía en la explanada de Marchamalo, a la luz de las estrellas, aspirando la brisa nocturna.
Palabra del Dia
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