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Actualizado: 1 de junio de 2025


Y volvía a reír con la risa regocijada y francamente burlona de otros tiempos. Le había recibido grave y sencilla, influida por el cambio que la soledad, la vida campestre y el deseo de descanso producían en ella.

Escucharon desde su cama, envueltos en la obscuridad, el rechinar de la cerradura y la entrada del señor Vicente, a tientas, en su habitación. Feli, apretando su boca contra un brazo del amante para que no sonase su risa, seguía, regocijada, todos los ruidos del «santo», adivinando su significación. ¡Plam! ¡plam! Era que se quitaba, los zapatones de fraile, arrojándolos lejos.

En aquella época no llevaban nombres puestos a la ventura, sino nombres significativos de sus más egregias cualidades, por donde sólo con mentarlas se puede colegir, lo que valían. Entonces no se llamaba Doña Sol una fea, ni Blanca una negra, ni Dolores una regocijada, ni Rosa la que olía mal o era áspera como cardo ajonjero.

Después de dar dos vueltas por el atrio y de detenerse breves instantes frente al crucero, el santo volvió a entrar en la iglesia, y fue pujado, con sus andas, a una mesilla al lado del altar mayor muy engalanada, y cubierta con antigua colcha de damasco carmesí. La misa empezó, regocijada y rústica, en armonía con los demás festejos.

La mejoría se acentuó tanto, que D. Evaristo atreviose a salir de noche, y lo primero que hizo fue ir en busca de Juan Pablo. No le encontró en el Suizo Viejo. Allí estaban Villalonga, Juanito Santa Cruz, Zalamero, Severiano Rodríguez, el médico Moreno Rubio, Sánchez Botín, Joaquín Pez y otros que tenían constituida la más ingeniosa y regocijada peña que en los cafés de Madrid ha existido.

Habiendo el Padre resuelto su salida, y llegado al lugar en que le esperaban los caciques, se echaron sobre sus brazos, mostrando gran contento de su llegada á aquellas tierras, y tomándole de la mano Guayquimilla, que era el mas principal de ellos, se la besó en nombre de todos los demas, y le hizo un elegante razonamiento, diciendo que "de su alegre venida no solamente estaba regocijada la gente á quien llevaba tan grande bien, pero que los mismos brutos animales, las yerbas, las flores, las fuentes y los arroyos saltaban de placer y contento."

Del interior del edificio subió hasta él un estrépito de carcajadas brutales, ruido de muebles que se rompían, correteos de regocijada persecución. ¿Cuándo podría salir de este infierno?... Transcurrió mucho tiempo; no llegó á dormirse, pero fué perdiendo poco á poco la noción de lo que le rodeaba. De pronto se incorporó.

Allí murieron mis padres, dejándome en la cuna; allí el abuelo se durmió tranquilamente en el Señor; allí corrió mi vida regocijada y venturosa. ¡Con qué pena dejarían mis tías aquella casa, centro de todos sus afectos, relicario de los más dulces recuerdos! Me la imaginaba, y mis ojos se llenaban de lágrimas.

Á pesar de su optimista y regocijada filosofía; á pesar de su propensión natural á reir y á ver las cosas por el lado cómico, D. Fadrique estuvo todo aquel día meditabundo, callado, con una seriedad melancólica harto extraña en él. Á la hora de comer apenas probó bocado; apenas si habló con su hermano, con su cuñada y con su sobrina, los cuales, cada uno por su estilo, le agasajaban mucho.

Don Bernardino escuchaba sin pestañear, con una sonrisa de encargo en la punta de los labios, y la frase de alabanza preparada ya para salir a escena, en la punta de la lengua, así que S. E. terminara la regocijada relación. Graciosísimo, mi querido doctor, ¡muy bueno, muy bueno! ¡qué sal la suya y qué memoria! porque se necesita memoria... ¡vaya si se necesita!

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