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Actualizado: 20 de junio de 2025


Pero faltó el poeta, y sobró en la hambre, tanto, que determiné dejar al morisco y entrarme en la ciudad a buscar ventura, que la halla el que se muda. Al entrar de la ciudad vi que salía del famoso monasterio de San Jerónimo, mi poeta, que, como me vio, se vino a con los brazos abiertos, y yo me fuí a él con nuevas muestras de regocijo por haberle hallado.

Algunas personas mayores contemplaban este regocijo con ojos lastimeros. «Ciega inocencia, desconocedora del peligro... ¡Siempre que aquella marejada no fuese en aumento!...» Muchos pasajeros no se atrevían a moverse de sus sillones y permanecían con la frente en una mano, pálidos, los ojos cerrados, cual si les hubiese acometido de pronto el sueño.

Por una oreja le entra el balanceo musical de una danza inventada por los negros de la América del Norte para regocijo de los blancos; por la opuesta penetra al mismo tiempo otra música negra: el tango de la América del Sur.

Su mujer parecía que le amaba; sin embargo, su carácter alegre y su temprana juventud la excitaban al regocijo y la impulsaban a que tratara de distraerse y divertirse. No era doña Beatriz despilfarrada, sino ordenadísima y económica.

2 Y se regocijó con ellos Ezequías, y les enseñó la casa de su tesoro: plata, y oro, y especierías, y ungüentos preciosos, y toda su casa de armas; y todo lo que se pudo hallar en sus tesoros; no hubo cosa en su casa y en todo su señorío, que Ezequías no les mostrase. 3 Entonces Isaías profeta vino al rey Ezequías, y le dijo: ¿Qué dicen estos hombres, y de dónde han venido a ti?

El nuevo arreglo templó un tanto el malhumor de Miranda, consoló a Lucía y regocijó a la enferma, que sobre todas las cosas soñaba con la vuelta a Madrid.

Durante la guerra de Granada fué también motivo de público regocijo, la entrada del Pendon Real de la Ciudad, victorioso de las muchas gloriosas jornadas en que tomó parte, como se juzgará por los datos que adelante consignamos.

Leía el capítulo segundo, en que la santa manifiesta cómo mostró afición en los primeros años de su juventud a los libros de caballerías y a las vanidades del tocador, y da cuenta con palabras encubiertas de unas relaciones amorosas que por la misma época mantuvo. Cuando levantó los ojos del libro advertíase en ellos cierto regocijo o satisfacción íntima.

Pues si no estuvieses enamorado, ¿por qué te habías de levantar a las cuatro de la mañana? ¿Por qué habías de ponerte de un humor tan endiablado cuando no la encuentras en el paseo? ¿Por qué, en fin, sientes ahora tal regocijo al escuchar de otros labios lo que has pensado más de quinientas veces en seis u ocho días, que la hermana no está atada para siempre por un voto

Las frases de bendición y de respeto que escuchaba, la riqueza que le permitía hacer tanta caridad y el justo regocijo de su conciencia, sobre todo, debieran de infundirle aquella tranquilidad de espíritu en que la verdadera felicidad se funda, y sin embargo, no daba señales de ser dichosa.

Palabra del Dia

rigoleto

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