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La señorita tiene cara de estar de buen humor siempre... y usted.., ¡Usted siempre está así, como si le hubiesen dado cañazo! En eso no emparejarían ustedes bien. Soltó Lucía la carcajada y miró a Artegui, que sonreía complaciente, lo cual aún la animó a reír más. El almuerzo prosiguió en el mismo tono cordial, alegrado por la charla de Sardiola, por el infantil regocijo de Lucía.

La tertulia, no obstante, se regocijó con su entrada. Una sonrisa feliz se esparció por todos los rostros, menos el de Ramoncito. Oiga usted, Calderón entró diciendo, sin saludar . ¿Cómo se arregla usted para tener siempre criados tan guapos?... A uno de ellos, el de la entrada, con la poca luz que había y la voz de mezzo-soprano que me gasta, le he confundido con una muchacha.

GOBERNADOR. Señor regidor Juan #Tostado#, yo determino, debajo de su buen parecer, que esta noche se despose la señora Teresa #Tostada#, su hija, de quien yo soy padrino, y en regocijo de la fiesta, quiero que el señor Montiel muestre en vuestra casa su Retablo. JUAN. Eso tengo yo por servir al señor Gobernador, con cuyo parecer me convengo, entablo y arrimo, aunque haya otra cosa en contrario.

Las señoras mayores eran ondina, ninfa atlántica, náyade, lo que las hacía volver a sus asientos ruborizadas, con el doble mentón tembloroso, entre los murmullos aprobadores y un tanto irónicos de la concurrencia. Con sus compatriotas se permitían los buenos alemanes inocentes bromas para regocijo del público.

El argentino quiso reir, como si dudase de la posibilidad de su muerte, acogiendo tales palabras con gestos alegres... Pero desistió de su fingido regocijo al ver que el contratista continuaba hablando con voz grave.

En la noche anterior no había ganado más que seis cuartos. ¡Había estado tan fría! Como que amaneció Madrid envuelto en una sábana de nieve de media cuarta de espesor. Y todo el día siguió nevando sin cesar un instante, lo cual les tenía sin cuidado a la mayoría de la gente, y fue motivo de regocijo para muchos aficionados a la estética.

15 Y salió Mardoqueo de delante del rey con vestido real de cárdeno y blanco, y una gran corona de oro, y un manto de lino y púrpura; y la ciudad de Susa se alegró y regocijó. 16 Los judíos tuvieron luz y alegría, y gozo y honra. 17 Y en cada provincia y en cada ciudad donde llegó el mandamiento del rey, los judíos tuvieron alegría y gozo, banquete y día de placer.

Las puertas del arco se abrieron completamente, así como las de la barrera situada frente a ellas. Apareció el extenso redondel, la verdadera plaza, el espacio circular de arena donde iba a realizarse la tragedia de la tarde para emoción y regocijo de catorce mil personas.

A bien que el cinco del mismo palo profetizaba después unión feliz. Todo esto, dicho por la sibila en voz baja y cavernosa, lo escuchaba solamente la bella fregatriz Sabel, que con los brazos cruzados tras la espalda, el color arrebatado, se inclinaba sobre el oráculo, que más parecía provocarla a curiosidad que a regocijo.

Posábase aquí y allá, a modo de un ave inverosímil y familiar. Se hablaba de él con regocijo, pero sin espanto. El nombre de Teresa de Jesús, la religiosa andante, la garduña de almas, la pícara sublime, reaparecía con frecuencia en los diálogos.