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Actualizado: 20 de julio de 2025


Aquel campo abierto, aquella mancha de un verde claro, contrastando con el más negro de su cinturón selvático, espaciaba la vista y la alegraba. Aquel campo era la finca predilecta del capitán, su regocijo y sus amores. En cuanto ponía los pies en él sentía un extraño fresco en el cuerpo y el alma; se le disipaban inquietudes y penas. No se pasaba día alguno en que no le hiciese su visita.

Los alemanes acogieron con estallidos de regocijo las palabras del mascarón, repitiéndolas traducidas a los vecinos que no podían entenderlas.

Moro, en calzoncillos como estaba, hizo una pirueta y tres o cuatro zapatetas en señal de íntimo regocijo, como si aquel ruido bárbaro hubiese tocado las fibras más delicadas de su corazón.

No es ya el centro y objeto principal de la creación entera para cuya iluminación, regocijo y deleite salieron de la nada el sol, la luna y todas las estrellas.

Diversas aventuras ocurrieron á Lope con este rival: vióse en continuo peligro de muerte á causa de sus celosas asechanzas, y se regocijó sobremanera de ser al fin poseedor exclusivo del corazón de su amada por la ausencia de Madrid de su competidor.

En su infancia, prolongada por la inocencia y la radiante salud, no cabían más placeres que correr por las alamedas que a León rodean, brincar con regocijo, cual pudiera adolescente ninfa retozando por los valles helenos.

Son hermosísimos, como producto de varias civilizaciones, pero tristones, desesperados, lóbregos, reveladores del alma de un pueblo enfermo, que no halla mejor diversión que ver derramar sangre humana y patalear jacos moribundos en el redondel de un circo. ¡La alegría española! ¡El regocijo andaluz...! Deje usted que me ría.

Al despejarse con los primeros rayos del sol la espesa niebla que cubria las campiñas, con cuánto regocijo se respira el aire fresco de la atmósfera, y el perfume que por todas partes despiden de su seno las flores recien abiertas, ó las hojas que se desarrollan bajo la doble influencia del calor y de la humedad!

Todos los encamisados era gente medrosa y sin armas, y así, con facilidad, en un momento dejaron la refriega y comenzaron a correr por aquel campo con las hachas encendidas, que no parecían sino a los de las máscaras que en noche de regocijo y fiesta corren.

Después del regocijo provocado por su presencia, las amazonas quedaron como asombradas de la conducta impúdica del coloso. ¡Era un hombre!... ¡Y este hombre, en vez de huir con el recato propio de su sexo, osaba permanecer allí, contemplando á todo un batallón desnudo!... Ningún varón de sus familias hubiese hecho esto.

Palabra del Dia

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