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Actualizado: 17 de octubre de 2025


Sobre todo, su admiración no conoció límites, cuando les armó un fuego contra un árbol y les enseñó otros secretos de la vida de monte. Al cabo de dos ociosas y felices horas de locuras, encontrose tendido a los pies de la profesora, contemplando su rostro, mientras ella, sentada en la pendiente de la cuesta, tejía coronas de laurel con el regazo lleno de mil variadas flores.

Si no fuese así, antes que consentir en ese matrimonio, me harían primero pedazos... La infamia que contigo ha usado ese hombre, me lo hace aborrecible ya para toda la vida... ¡, , para toda la vida! añadió con acento iracundo. Cecilia no respondió. Cruzadas las manos sobre el regazo, y la cabeza inclinada sobre el pecho, miraba al suelo con ojos atónitos.

Pero ¡buena estaba la querida patria entonces para que volvieran a su regazo hijos de tan blando corazón como yo!... Porque no puedes figurarte lo que a me afligen estas inacabables desventuras de nuestra hidalga tierra, «la tierra proverbial de los caballeros», como siguen afirmando los españoles seriamente cultos.

en pago, Madre, cuando llegue el plazo De alzar el vuelo al celestial confín, Estrechándome a ti con dulce abrazo, No me apartes jamás de tu regazo. ¡No me apartes de ti!

Todos los presentes estaban suspensos, esperando el fin de aquel pleito, y de allí a poco volvieron el hombre y la mujer más asidos y aferrados que la vez primera: ella la saya levantada y en el regazo puesta la bolsa, y el hombre pugnando por quitársela; mas no era posible, según la mujer la defendía, la cual daba voces diciendo: ¡Justicia de Dios y del mundo!

Entérate de esa carta que acabo de recibir la dijo poniéndola en su regazo . Otra prueba más de lo injusto que estoy siendo con tus buenos amigos, y dime, después que te enteres de ella, qué contestación he de darla.

Su techo es frágil nipa, su suelo débil caña, sus vigas y columnas maderas sin labrar: nada vale, por cierto, mi rústica cabaña; más duerme en el regazo de la eterna montaña, y la canta y la arrulla, noche y día, el mar.

La señora pareció comprender toda la profunda amargura que encerraba aquel sencillo lamento. Saltáronsele las lágrimas, y mientras con una mano acariciaba la rubia cabeza del niño, apretaba con la otra contra su seno la de su hijo, como si temiese que pudiera faltarle alguna vez aquel blando regazo.

19 Y él le dijo: Dame acá tu hijo. Entonces él lo tomó de su regazo, y lo llevó a la cámara donde él estaba, y lo puso sobre su cama; 20 y clamando al SE

Nunca Leonor parecía fatigada de acompañar a su madre en aquellas entrevistas: sino que, aunque ya para entonces tenía sus diez años, se sentaba en la falda de su madre, apretada en su regazo o abrazada a su cuello, o se echaba a sus pies, reclinando en sus rodillas la cabeza, con cuyos cabellos finos jugaba la viuda, distraída.

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