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Actualizado: 8 de junio de 2025
Ana sintió fuego en el rostro, pero le pareció absurdo alarmarse. Los dos se habían levantado, y entonces entró doña Petronila, a quien dijo De Pas sin soltar la mano de la Regenta.... Señora mía, llega usted a tiempo; usted será testigo de que la oveja ofrece solemnemente al pastor no separarse jamás del redil que escoge.... El Gran Constantino besó la frente de Ana.
Se los pediría terminantemente. Si por arte del Demonio, o más bien por milagro de Su Divina Majestad, tuviera Cándida algún dinero...! Cándida le debía cinco duros que Rosalía le prestó para dar la vuelta de un billete de cien escudos. También aquellos extraviados reales debían volver al redil. Haciendo propósitos de energía, fue a ver a la marquesa. ¡Casualidad funesta!
El escándalo pondría de manifiesto su derrota, tanto más vergonzosa cuanto que el vencedor era un chicuelo absolutamente desconocido. Determinóse, pues, prudentemente a no dar su brazo a torcer ante el mundo y a alejarse de su querida temporalmente, dejándola que satisficiese su capricho. Quizá más adelante, cansada de triscar con aquel corderillo, volvería la oveja al redil.
El peludo señor perdió por completo la cabeza, y temiéndolo todo de la bellaquería de la condesa, que tenía él muy bien conocida, pidió a toda prisa un simón, y sin acordarse para nada de que su barba sin teñir iba a revelar el hasta entonces bien guardado secreto a las lenguas más hábiles en cortar sayos que encerraba la corte, corrió al palacio de aquella equívoca oveja que tanto le importaba conservar en el redil alfonsino.
Era aquél un cuadro homérico: el sol llegaba al ocaso; las majadas que volvían al redil hendían el aire con sus confusos balidos; el dueño de la casa, hombre de sesenta años, de una fisonomía noble, en que la raza europea pura se ostentaba por la blancura del cutis, los ojos azulados, la frente espaciosa y despejada, hacía coro, a que contestaban una docena de mujeres y algunos mocetones, cuyos caballos, no bien domados aún, estaban amarrados cerca de la puerta de la capilla.
Señores míos gritaba á los audaces discípulos al mismo tiempo que requería la caña , todos aquí. ¿Se imaginan que no hay mas que pasar el día divirtiéndose?... En este centro se trabaja. Y para demostrarlo con el ejemplo, movía la caña que era un gusto, introduciendo á golpes en el redil de la sabiduría á todo el rebaño de pilletes juguetones.
Las cartas de la superiora y las embajadas del capellán, hicieron en vano esfuerzos por recobrar la oveja descarriada, mas no lograron que tornase al redil. De allí en adelante, don Luis toleró que Paz, de tarde en tarde, gastara algo en sabanillas, mantos y encajes, pero no la dejó volver a poner los pies en el convento.
La calma y la felicidad habían vuelto a aquella casa. Hasta Conchita, a pesar de su carácter iracundo y malhumorado, considerábase dichosa al ver que Roberto «volvía al redil», mostrándose más enamorado que antes.
Al fin viene en persona el Hijo prometido para traer á su redil á los extraviados y plantar de nuevo la viña; pero se ve tan poco atendido como sus predecesores, y es arrastrado al suplicio con los mártires. La tierra tiembla, cúbrese de duelo la naturaleza, y hasta los gentiles deploran los sufrimientos del inocente.
Como quiera que ello sea, yo no me atrevo aún a decirle que no me da la gana de ir al redil y que fuera de él, y sin pastora ni nada, ya cuidaré que no me coma el lobo. Lo mejor, por lo pronto, es callarme y aguantar sus majaderías.
Palabra del Dia
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