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Actualizado: 15 de mayo de 2025
La general alegría me recordó la entrada de Fernando VII en Madrid en Abril de 1808, después de los sucesos de Aranjuez. Cuando llegué a la Isla, las calles estaban intransitables por la mucha gente. En una de ellas la multitud se agolpaba para ver una procesión.
Pero luego recordó que era sábado, y que aquel día de la semana los jiferos moriscos, siguiendo vieja costumbre, tenían la obligación de alimentar a su costa a las aves de caza de los señores de la ciudad. Había presenciado muchas veces la escena, siendo niño. Se acercó. Era un gran corro de gente, como el que rodea a los juglares y bailadoras.
El niño recordó entonces escenas análogas, pero cuyo teatro era la cocina de los Pazos, y las víctimas su madre y él: el señorito tenía entonces la misma cara, idéntico tono de voz. Y en medio de la confusión de su tierno cerebro, de los terrores que se reunían para apocarlo, una idea, superior a todas, se levantó triunfante.
Salvatierra, al oír el nombre del cortijo, recordó a su camarada del ventorro del Grajo, aquel enfermo que ansiaba su presencia como el mejor remedio. No le había visto desde el día en que el temporal le obligó a refugiarse en Matanzuela, pero le recordaba muchas veces, proponiéndose repetir su visita en la próxima semana.
Tenían la vaga expresión del que ha puesto su pensamiento muy lejos y ve lo que no pueden ver los demás. Recordó á Canterac y á Pirovani, tan intensamente como si los hubiese encontrado el día anterior. Vió después un rostro de mujer sonriendo con expresión maligna. A través del tiempo y la distancia hacía sentir aún la influencia de su paso por este rincón de la tierra.
como recordó, andando el tiempo, el autor de Reinar después de morir era hijo de Alonso Rodríguez Vélez y de doña Isabel de Dueñas, y se llamó indistintamente Diego de Dueñas y Diego Rodríguez de Dueñas mientras fué estudiante. Para graduarse de bachiller en Leyes en la Universidad de Sevilla (22 de septiembre de 1570), presentó los siguientes recaudos: casi seis meses que en la dicha facultad había cursado en Salamanca por los años de 1563, 64 y 65; dos cursos más, oídos en Sevilla, el último, desde 1.º de mayo de 1568 hasta 7 de mayo de 1569, y cinco lecciones de leyes que había leído. (Archivo universitario de Sevilla, libro 1.º de Diligencias y colaciones de grados menores, desde 1570 hasta 1574.) Este sujeto es, como columbré diez años ha, el mismo lincenciado Dueñas, poeta más que razonable, autor de once de las composiciones coleccionadas en Méjico, en 1577, bajo el título de Flores de varia poesía (Biblioteca Nacional de Madrid, Ms. 2973), y el mismo a quien se refirió el licenciado Francisco Pacheco, jerezano como él, en su interesante composición intitulada La sátira apologética en defensa del divino Dueñas, escrita en 1569, anotada por mí y publicada en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos (1907-1908). Trasladado a
La imagen de Castro surgió en su memoria. También éste había presenciado dos días antes el paso de un tren. Recordó su impresión, tan honda y poderosa, que le había impulsado á abandonar Villa-Sirena, rompiendo con su pariente. Vió, tal como él se lo había descrito, el rostro amargo de aquel soldado rojo que lo insultaba con su desprecio. ¡Aún queda un lugar!...
Por ella recordó Roger el peligro que los amenazaba. Haced un esfuerzo, dijo, y continuemos alejándonos. Todavía puede alcanzarnos y tiemblo, no por mí, sino por vos. Ha pasado el peligro, contestó ella. No sólo estamos fuera de sus tierras, sino que habiéndolo despistado tomando el arroyo, le es casi imposible hallarnos en este inmenso bosque.
Don Fermín contestó que la cuestión era compleja... y le citó autores. Entre ellos recordó Ana que estaba Pascal en sus Provinciales; ella tenía aquel libro, lo leyó... y creyó volverse loca. «Oh, el ser bueno era además cuestión de talento. Tantos distingos, tantas sutilezas la aturdían». Pero siguió callando el tormento de la tentación.
La propiedad y la riqueza las consideraba sagradas, pero tenía por indignos de sus goces á los que no hubiesen trabajado. Recordó además sus años de tallista.
Palabra del Dia
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