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Actualizado: 20 de julio de 2025
Pero la mujer aquella con su aplastada cara japonesa, sabía mucho del mundo y de las pasiones humanas, tenía el corazón rebosando tolerancia y caridad, y sostenía esta tesis: que la privación absoluta de los apetitos alimentados por la costumbre más o menos viciosa, es el peor de los remedios, por engendrar la desesperación, y que para curar añejos defectos es conveniente permitirlos de vez en cuando con mucha medida.
Yo, que sentía la comezón de todos los que aman por explayarme y narrar las menudencias de mis amores, respondí sonriendo: Pues sí... creo que lo estoy un poco. Una mijita, ¿eh? ¿Ve uté como a mí no se me escapa nada? exclamó, rebosando de alegría y triunfo, como si hubiera descubierto un tesoro escondido.
Una diputación de niñas rebosando juventud, candor y beldad, se dirige hacia el lugar donde Facundo yace reclinado sobre su poncho.
¡Yo...! ¿Qué motivo hay para felicitarme? exclamó el joven sonriendo, haciéndose de nuevas y rebosando de orgullo. ¡Casi nada!
Acto continuo, la joven, rebosando alegría y saltando como una corza, corrió a abrazar a Hullin. ¡Ah! ¿Eres tú, papá Juan Claudio? ¡Te esperaba! ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Cuánto tiempo has estado de viaje! ¡Pero ya estás aquí! ¡Es que, hija mía contestó el buen hombre en tono menos decidido, dejando la estaca detrás de la puerta y el sombrero sobre la mesa , es que... Y no pudo decir más.
Como ella lleva los ojos lucientes de malicia y la boca rebosando picardía, los señoritos la miran con codicia, y entonces el chulo, porque vean que la muchacha es suya, la requiebra con insolencias que ella estima como madrigales dulcísimos.
¡Usted lo sabe, usted lo sabe! exclamó la joven rebosando alegría. No sé más sino que te caes de boba. Eres más sosa que la capilla protestante. Mi madre declaró Isidora poniéndose la mano en el corazón, para comprimir, sin duda, un movimiento afectuoso demasiado vivo , mi madre... fue hija de una marquesa».
Las viajeras descendieron, deteniendo sus miradas, no sin cierto asombro, en el joven oficial que se encontraba allí algo confuso con su sombrero de paja en la mano derecha y en la izquierda la gran ensaladera rebosando de achicoria. Luego, designando a su compañera de viaje: Miss Bettina Percival, mi hermana: lo habríais adivinado, creo. Nos parecemos mucho, ¿no es verdad? ¡Ah!
Pero, ¿qué tienes, hijo? insistió la señora . ¿Estás malo?... ¿Por qué lloras? Un inmenso desconsuelo, que desgarraba el alma en aquella carita de ángel, se pintó en las facciones del niño; con los dientecillos apretados y los ojos rebosando lágrimas y amarguras, contestó al cabo: Porque estoy solo. Mi mamá no ha venido. ¡Nadie ha visto mis premios!...
El presidente del Consejo de ministros, que ocupaba el asiento frontero al del anfitrión, se puso de pie y con una copa en la diestra, rebosando de espuma. Comenzaban los brindis. Aquí fue donde la naturaleza deleznable del marqués sintió ciertas sacudidas eléctricas que le produjeron inevitables alucinaciones y desfallecimientos.
Palabra del Dia
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