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Actualizado: 11 de mayo de 2025


D. Pascual Muñoz, dueño de un acreditadísimo establecimiento de hierros en la calle de Tintoreros, progresista de inmenso prestigio en los barrios del Sur, verdadera potencia electoral y política en Madrid, casó con una Moreno de no qué rama, emparentada con Mendizábal y con Bonilla, de Cádiz.

El sol penetraba por entre los mil intersticios de aquel encaje prodigioso, y nuestra viajera se vió vestida de hilos de cristal más tenues que los que tienden las arañas de rama en rama, y cubierta de diamantes, esmeraldas y rubíes que variaban de luces á cada movimiento, y tan menudos, que los granos de arena parecerían montañas á su lado.

El los vio quemar, los vio mirar con desprecio desde la hoguera a sus verdugos; y ya nunca se puso más que el jubón negro ni cargó caña de oro, como los otros licenciados ricos y regordetes, sino que se fue a consolar a los indios por el monte, sin más ayuda que su bastón de rama de árbol. Al monte se habían ido, a defenderse, cuantos indios de honor quedaban en la Española.

Mas ahora, agotadas sus fuerzas, la barra se queda más atrás de la rama. Entonces, de aquella multitud ebria de entusiasmo se eleva un clamoreo inmenso. «¡Viva Laviana!» «¡Viva Villoria

Uno representaba varios perros lanzándose sobre un oso, el otro una lucha entre un león y un búfalo y el tercero unos indios atacando con lanzas a un tigre que les esperaba en la rama de un árbol como si fuera un jilguero.

Quizá si se acercaron fue impelidos por la embriaguez que se apodera de los nervios bajo la letal influencia de la viciada atmósfera que forman las mentiras oídas, los perfumes aspirados y los resplandores que deslumbran; fueron como la rama que se inclina sobre el río mientras la violencia de la corriente alza la superficie del agua, sin que pueda notarse si los tallos la buscan, o es ella la que sube hasta manchar sus hojas.

Allí me esperaba la dueña de la casa en su ataúd clavado y entre cuatro cirios. Cerca de ella había una religiosa pasando las cuentas de un rosario. La religiosa me entregó una rama de boj mojada en agua bendita, y yo sacudí gravemente unas cuantas gotas, en señal de bienvenida, sobre el ataúd forrado de lana blanca.

Aquel de amarillez marchita y santa, Que le encubre de lauro aquella rama, Y aquella hojosa y acopada planta: FRAY JUAN BAPTISTA CAPATAZ se llama, Descalzo y pobre, pero bien vestido, Con el adorno que le da la fama. Aquel que del rigor fiero de olvido Libra su nombre con eterno gozo, Y es de Apolo y las musas bien querido,

?Que quereis decir con esto? Respondo como el, es demasiado tarde. Jamas puede serlo para reconciliaros con vuestra alma, y para reconciliarla con Dios. ?No teneis ya esperanza? Estoy admirado: aquellos que desesperan del cielo se crean sobre la tierra alguna fantasma que es para ellos como la debil rama a la que se agarra un desgraciado que se esta ahogando.

Es una observación muy justa dijo el señor de Bevallan, con una festiva tranquilidad; pero usted no tiene interés particular en que yo me ahogue, ¿no es así? Quiere usted su pañuelo, ese es el fin. Desde el momento en que yo lo traiga quedará usted satisfecha ¿no es verdad? Pues bien dijo la joven sentándose con resignación; vaya á cortar su rama, señor.

Palabra del Dia

evocaban

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